Opinión

Una persona atípica

Me quedo con la opinión del presidente del Parlamento gallego al hablar de Benigno Moure. Dice Miguel Santalices que le falta el público reconocimiento de Ourense, a lo que yo añado también de Arnoia, su tierra. Personajes carismáticos como Benigno nacen media docena cada siglo. Así de claro lo veo. Nunca Ourense pagará suficientemente todo lo que ha hecho, sobre todo por la tercera edad y por el termalismo. Pero –enfermedad propia de estas tierras- es precisamente aquí donde su valoración roza a veces la injusticia clamorosa que le ha llevado incluso a incomprensibles inhabilitaciones. “Le somos así…”.

Posiblemente pocos saben cómo llegó Benigno a lo que hoy es. Soy testigo directo de cómo la Providencia va colocando a cada cual en su lugar, y en el caso de Benigno es un caso clarísimo. Llegó a ser delegado de Cáritas por una carambola e increíblemente se vio que era su lugar adecuado. Corría el verano de 1972 y el delegado de Cáritas, D. Telesforo García Piedecasas, había muerto hacía meses y el canciller del Obispado, el eficaz e inteligente Don José María Guzmán, estaba grave e incapacitado para el cargo. Por ello el obispo Temiño tenía que cubrir dos puestos importantes. Pero era muy respetuoso con las personas y, mientras para Cáritas tenía las manos libres para nombrar a cualquiera, para canciller hubo muchos problemas y presiones.

Soy testigo de las veces que el obispo visitó a Guzmán para recabar su opinión sobre su sucesor. Le quería complacer. Fuimos varias veces a Vilamarín, su pueblo, y después a la casa de sus sobrinos en el barrio de San Francisco. Guzmán, que apenas podía hablar, insistía reiteradamente en su candidato, que aún vive. Pero el vicario Antonio Montero, con quien tendría que trabajar el canciller directamente, se oponía al candidato de Guzmán de manera rotunda. El obispo se vio en un dilema y por eso estuvo parado el nombramiento varios meses.

Finalmente Temiño tomó la decisión. Llamó a los dos candidatos: Modesto Touza y Benigno Moure. Le dio a escoger a Touza, que era el candidato del vicario, entre los dos cargos y él escogió canciller, siendo nombrado para el cargo el 14 de noviembre de 1972. Acto seguido me mandó que llamase a Moure y lo nombró delegado de Cáritas. Así llegó Benigno a ocupar el puesto en el que renovó radicalmente la estructura, afrontó las nuevas pobrezas y poco a poco la expansión llegó a ser admiración sobre todo de los extraños mientras, incomprensiblemente, los propios… “más o menos”. Esta es la realidad.

Benigno fue y es una persona carismática y con visión de futuro. Un hombre grande que merece todos los reconocimientos. Pasó de Cáritas y con todo lo que él había allí promovido, a la Fundación San Rosendo tras la decisión del obispo Diéguez Reboredo que, ante la magnitud que adquiría la institución, juzgó mejor que se independizase. Una obra que nació en la Iglesia y desde ella y que sigue creciendo. Y hay una virtud que tal vez necesite reconocimiento. Benigno nunca hizo alarde y se ha mantenido siempre en la humildad, nunca renunció a sus orígenes de Merens y Arnoia y siempre veló por la provincia. Hoy ya ha dado el salto fuera de Ourense y son ya varias las casas que tiene la Fundación fuera.

Merece toda la gratitud en este cuarto de siglo, por parte de la Iglesia, de Ourense y sobre todo de tantas personas mayores necesitadas de ayuda. Y gracias igualmente por el creciente número de puestos de trabajo que crea la Fundación en este pueblo tan necesitado de poder ganar cada mes un sueldo.

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