Opinión

Pluralismo y obediencia al Papa

Siguiendo con el tema del pasado domingo, estamos observando la oposición al papa por parte de algunos de quienes se esperaba más fidelidad y ayuda en las reformas que pretende introducir en la Iglesia. La comunidad eclesial es un ser vivo, y como tal admite mutaciones y sobre todo adaptaciones e incluso con lo que se llama evolución del dogma, sobre lo que tenía ya casi preparado un trabajo el obispo Temiño cuando falleció. Un teólogo español llega a afirmar algo tan grave como esto: "Müller no sólo se opone al papa, sino además al Concilio Vaticano II".

Hace unos meses, el cardenal Müller, entonces prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, dijo en Madrid y Oviedo que los divorciados vueltos a casar están excomulgados. Pero, dado que esta excomunión no consta en el vigente Código de Derecho Canónico, el cardenal ha precisado su afirmación distinguiendo entre una “excomunión canónica” (que no sería el caso de los divorciados vueltos a casar) y una “excomunión sacramental”, que consistiría en negar la eucaristía a los divorciados “que viven una nueva unión”. Con lo que el cardenal ha afirmado, según el P. Castillo, lo contrario de lo que ha dice el papa en “Amoris laetitia” (nº 243).

El cardenal Müller, para justificar su enfrentamiento con el papa, ha dicho que él no es “una copia servil del pontífice”, sino que está en el cargo para servir con su cabeza. Hay que tener en cuenta que el Vaticano II afirma que los obispos, “junto con su cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta cabeza, son sujeto de suprema potestad en la Iglesia” (LG 22, 3). 

En este tema, sobre el que se ha venido escribiendo en distintos medios, habremos de reconocer que lo que está en juego es la felicidad de muchas familias, que, por causa de situaciones muy difíciles y muchas veces sin culpa de nadie, tienen que soportar complicadas situaciones. Todos conocemos a más de una y los sufrimientos en especial de los hijos.

En los primeros siglos, los cristianos seguían los mismos condicionantes que el mundo pagano en el que movían, por lo menos hasta el siglo IV, aun cuando San Pablo recuerda que la evolución del dogma “al principio no fue así”. La teología de los sacramentos, incluido el matrimonio, se elaboró a mediados del s. XII. Y en Sesión VII del Concilio de Trento, se afirma la enseñanza sacramental de la Iglesia (DH 1600-1630). Allí nunca se proponen definiciones dogmáticas ni “doctrina de fe”. A la pregunta de si lo que se condenaba eran “herejías” o “errores”, los padres conciliares nunca llegaron a ponerse de acuerdo y por eso se dice que esos cánones se proponen “para eliminar los errores y extirpar las herejías” (DH 1600).

Es por ello por lo que, partiendo del tridentino nunca se puede concluir de manera definitiva e infalible. Por eso, partiendo de la tradición firme de la que disponemos, la Iglesia está para acoger, comprender y acompañar también los casos difíciles y este lo es. Y en ello está el papa, que pretende sumar y nunca dividir o alejar. 

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