Opinión

¿Quién preside?

Tal como anunciábamos el pasado domingo sería interesante recordar a quien le corresponde la presidencia de los siete pilares de la Iglesia que son los Sacramentos.

Como decíamos también hace ocho días, hay situaciones que producen perplejidad e indican muy pocos conocimientos por parte de quienes desconocen, en la práctica, los principios que entonces exponíamos. Se contemplan a veces situaciones realmente penosas por lo que supone de desconocimiento y falta de cultura religiosa. 

Da la impresión que algunos pretenden convertir las ceremonias religiosas en eventos poco menos que folclóricos o faltos de sentido religioso. Como acto de la Iglesia que es, corresponde a los ministros de la Iglesia, ya sea el Obispo, el sacerdote o en su caso el diácono la presidencia de los actos eminentemente religiosos. Deben ser festivos y alegres pero sin introducir en ellos elementos que en nada indican del sentir espiritual.

En primer lugar los templos están y son lugares para la reunión festiva de la comunidad que ora y celebra también en común. Pero ello de ningún modo faculta para ciertas actitudes que se están introduciendo de manera lamentable. Como por ejemplo el hablar de cualquier tema y en voz alta en medio de ese recinto sagrado y en el colmo de los despropósitos está fuera de lugar la costumbre de ir a comulgar (lo más solemne y sagrado de la fe) aprovechando algunos para ir saludando a un lado y a otro e incluso hablando o dando el pésame en los funerales a los familiares. 

Como si la Iglesia fuese un supermercado: se toma agua bendita al entrar (el carrito de la compra) y después se van realizando encuentros y saludos por el camino y, finalizada la ceremonia, allí mismo, se aprovecha para abrazos y demás sin reparar ni en el tono ni en el tiempo cuando todo eso está bien pero fuera del templo.

La homilía, la explicación de la Palabra, corresponde a quien preside que nunca es ni el rey, ni el alcalde, ni ninguna autoridad civil. Es al Obispo, Sacerdote o diácono a quien corresponde hablar y explicar. Pues en el sumun de los desatinos ahora está la moda de que un amigo de la familia todo lleno de “sus” razones y sobre todo “inspiraciones” suelte allí su discurso que será muy hermoso e incluso literariamente óptimo pero está fuera de lugar y totalmente prohibido. Corresponde a quien preside y punto. Y, además, ni se recatan en el tiempo dedicado. Hasta dos folios se atrevió a leer una buena señora en una boda a quien tuve que recordarla que quien presidía era yo. Más larga fue que la homilía. Y se quedó tan satisfecha e incluso en el colmo de la ilegalidad, con vítores y aplausos finales. Una moda totalmente fuera de contexto y que debe cortar quien preside pero que debe cumplir aún cuando cueste eliminarlo como aquellos que pretendían que los anillos de la boda los llevase el perrito, muy lindo él, colgados al cuello porque –me dijeron- es uno más de la familia. Ya.

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