Opinión

¿Dos santos de Peana?

El fallecimiento de Fabiola, la española que llegó a reina de los belgas, pone de actualidad la ejemplaridad de un matrimonio que ha sido único a nivel de fe católica. Un testimonio de sencillez, de amor y cercanía como muy bien reconocen la mayoría de los belgas. Muy lejanos se los fastos y alardes cortesanos, supieron reinar mirando al pueblo. Esto les ha rodeado de una aureola que para algunos es el camino de la santidad. Tanto el papa San Juan Pablo II como Benedicto XVI así lo reconocieron visitando incluso la tumba del rey fallecido. Bastantes esperaban el fallecimiento de Fabiola para introducir conjuntamente las causas de beatificación. Uno de ellos fue el cardenal belga Leo Jozef o Joseph Suenens (Ixelles, 1904 - Bruselas, 1996) quien era en realidad el director espiritual y amigo de la familia y estaba convencido de la santidad de este matrimonio real. E igualmente el cardenal Godfried Danneels (Brujas, 4-6-1833), ex primado de Bélgica que presidió las exequias.

Balduino de Bélgica (Laeken, 7-9-1930 - Motril, 31-7-1990) fue el quinto rey de los belgas desde la abdicación de su padre Leopoldo III en 1951 hasta su fallecimiento, sucediéndole su hermano menor Alberto II. Falleció por un ataque cardíaco a los 60 años mientras veraneaba en Motril, y fue enterrado en el Panteón Real de la Iglesia de Laeken de Bruselas, asistiendo a su funeral su viuda Fabiola, vestida de luto blanco por expreso deseo de su marido. Hoy descansa al lado de su amado esposo. Pasa a la historia por la famosa ley del aborto que se negó a firmar en 1990. La ley aprobada por el Parlamento ampliaba los supuestos del aborto. El 29 de marzo de 1990, Balduino rehusó sancionarla por sus convicciones cristianas, acto sin precedentes en Bélgica. Como jefe del Estado la sanción real era necesaria para que entrara en vigor. Tras intentos de convencerle adoptó una solución histórica el 4 de abril. Abdicó y el gobierno, basándose en el artículo 82 de la Constitución, pasó a ser regente. Así, el Consejo de Ministros firmaba y sancionaba la ley que entró en vigor. Al día siguiente, el Parlamento belga, por 245 votos a favor y 93 abstenciones, declaró que Balduino volviera al trono.

Esta coherencia de fe, compartida por su esposa, elevó su ejemplar postura a lo largo de una vida de sencillez acreditada. Fabiola -y se ha visto ahora en su testamento- se entregó desde su época de enfermera en Madrid al cuidado y preocupación por los necesitados. Era ese bálsamo capaz de saber estar. La reina Paola puede dar fe de ello en sus diversas crisis matrimoniales.

Cuando son escasos estos ejemplos entre nuestros gobernantes, su actitud resalta de manera notoria. Su religiosidad les llevaba, en la práctica diaria, a la cercanía constante con aquella sonrisa en ambos, que irradiaba paz. Corresponde a la Iglesia belga introducir sus causas de beatificación. Santos son innumerables y la mayoría anónimos. De peana sólo aquellos que son ejemplos a seguir por los demás creyentes. Y bien creo que tanto Balduino como Fabiola están en el camino de ocupar una de esas merecidas peanas.

Protectores de los pobres, defensores de la vida y transmisores de alegría, sencillez y paz. Todo lo que hoy en día el mundo necesita. Aquel “affaire” de la Fundación de la reina fue pronto resuelto dedicando todo a la caridad ante la duda de algún sector. Es también una honra para España que vio nacer a Fabiola y la educó para, más que reina, ser una señora ejemplar. Su funeral alegre, con la Salve rociera incluida, estuvo marcado por el estilo de toda su vida de fe.

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