Opinión

¿Tópicos o realidad?

Estamos en una época, y en concreto en esta semana que hoy comenzamos, en que nos movemos en un mundo diferente al resto del año. Esta es la realidad. Todo son abrazos, cariño y felicitaciones que, tratando de vivir la realidad de estos días, muchas veces es el momento en el que menudean los tópicos. Lo mismo que en los tanatorios. Uno va allí y dice siempre lo mismo o parecido tratando de acercarse a la situación que viven las personas.

La Navidad es esa época del año en la que vienen los recuerdos, las nostalgias y muchas veces las emociones contenidas. Una mesa en la que constatamos que cada año van desapareciendo comensales. Unas familias que van mermando porque la vida es así, y aquí tienen ya un tópico.

Me decía una vez una persona que estaba ansiosa de que estos días pasasen para olvidar recuerdos. Tal vez, cayendo en lo contrario que quisiera decir hoy, debiéramos tener estos días como una realidad bien contraria a la tristeza, muy distinta a la nostalgia. Revivimos, hacemos realidad un año más un mensaje que es de paz y amor. “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su propio Hijo, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna” (Jn. 3, 16). “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Somos hijos de Dios (1Jn 3, 1-2)

Pues ese Hijo nace nuevamente para todos siendo paz y amor. Esa es la realidad de estos días y de la Nochebuena que mañana celebramos. En un mundo que vive de espaldas a la trascendencia con guerras y sangre por doquier cuando en realidad debiéramos rebosar de alegría por ese anuncio que se hace realidad. Los villancicos que en estos días suenan por todas partes son el reflejo de esa realidad. Tratar de encubrirla, disfrazarla o “desacralizarla” con nuevos inventos que en vez de ser muestra de la laicidad se convierten en puro y duro laicismo, es faltar a la historia por mucho que pretendamos cambiarla.

La Navidad es un toque de atención para creyentes, ateos o agnósticos. Es el tiempo de una alegría que nace de dentro, desde el ser más humano y nunca desde el tener. Por mucho que la sociedad de consumo pretenda llenarnos de cosas, nunca esa felicidad será duradera. Por más luces que se enciendan en nuestras calles, si marginamos la verdadera realidad, esa alegría nunca será completa. Al contrario: estaríamos tergiversando la verdadera realidad.

Días de familia que sería necesario potenciar para que los hogares sean el germen, la semilla de esa paz que ansiamos pero que, desgraciadamente, ¡tanto tarda en llegar! Y es triste comprobar cómo precisamente en los mundos del progreso y el confort esa virtud necesaria brilla por su ausencia muchas veces. 

De corazón, y déjenme que acabe con otro tópico, desde aquí les deseo a todos sin excepción unos días muy dichosos en el intento de construir un mundo donde el amor sea la tónica.

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