Opinión

Lo que cuesta ser niño

Hace pocos días me senté en una de esas sillas que los niños usan en clase. La mesa tenía las huellas propias de uso en el ajetreo diario. Pocos rasguños. Con alguna que otra marca, producto de algún golpe, y sin ningún arañazo de importancia, el sitio es ideal para el trabajo diario del alumno. En este lugar al fondo del aula me siento siempre que puedo, pues me gusta comprobar el campo visual que hay, para que los niños no pierdan detalle de la pizarra digital y eviten distracciones. Al tiempo, recuerdo los antiguos pupitres, clavados al suelo, que usábamos en el viejo instituto de "El Puente" y que hoy ya no existen. Y eso me trae a la memoria todo lo que nos costó hacernos mayores; el objetivo de la mayoría. Por el camino de aquellos tiempos, muchos buscamos nuestra profesión y otros se encontraron con la droga, aunque casi todos coincidíamos en Santiago de Compostela. Unos en las facultades y otros en Proyecto Hombre. Luego nos veíamos en la estación de tren, y durante las más de dos horas de trayecto a Ourense se oían los sollozos silenciosos de aquellos padres que acompañaban a sus hijos para que la heroína los dejase en paz. Generación perdida la de los años 80 y ya estábamos llegando a los 90. De los muchos que quedaron por el camino, aún sueño con los recuerdos de aquellas buenas personas, engañadas por la curiosidad de un “subidón” y refugiadas de su vacío interior en un “caballo asesino”.

Los tiempos han cambiado tanto que por un momento me creí que ser niño era mucho más fácil que antes. Nada que ver y menos de comparar. La competitividad de ahora estaba resuelta en tiempos pasados, con las injusticias sociales que ahora afloran. El exceso de una información, que caro les cuesta asimilar, produce un efecto de saturación que hace que los alumnos claudiquen antes de tiempo. Y nunca es tiempo de claudicar. Ser niño tiene un coste añadido con las diferentes leyes educativas que los acosan. Reválidas en tercero, sexto y cuarto de la ESO. Estudio y actividades complementarias sin descanso. Padres que ejercen sólo durante el fin de semana y abuelos que en lugar de disfrutar de sus nietos, tienen que hacer de padres. Todo cambiado, ¿para bien? Quizás lo sea para algunos, pero no puedo quitar de la mente la frase de algunos niños que piden a los Reyes Magos, que quieren jugar con sus papás. Es misión de todos luchar democráticamente por una sociedad más justa, y los niños siempre han sido el futuro, por lo que no debemos perder a ninguno por el camino.

Te puede interesar