Opinión

Humor gastronómico

Es muy común, sobre todo entre los que pertenecen a la Jet Set, esa clase social internacional, rica y ostentosa presumir de comer en famosos restaurantes que llevan implícito el esnobismo, el caché. Así tenemos, por ejemplo, en la capital de España el restaurante Zalacain, en donde el menu más corriente cuesta 110 euros, más la bebida y los huevos en Casa Lucio 12 euros por persona sin incluir la bebida. Sin embargo, en el extenso y rico diccionario de la Real Academia Española, nos encontramos con sorpresas. Así, el 22 de mayo pasado fue publicado en La Región el artículo titulado "Pampirolada", que se compone de salsa que se hace con pan y ajos machacados en el mortero y desleídos en agua.

Ahora, buscando en el "Mataburros" como llamaba al diccionario con su proverbial simpatía Camilo José Cela, la significación de una palabra de escaso uso, me encuentro con el vocablo "ñoqui", que es: masa hecha con patatas, mezclada con harina de trigo, mantequilla, leche, huevos, queso rayado dividido en trozos que se cuecen en agua hirviendo con sal.

En el mundo del comer existen alimentos sencillos como el gazpacho, propio de Andalucía o la "ropavieja" (guisado de la carne y otros restos que han sobrado de la olla) que tantas veces comí en San Sebastián, cuando hacía la mili. Y he ahí, como la "pampilolada", el "ñoqui" permanecen inéditos en las guías gastronómicas. Estos días procedente de Madrid veranea en mi casa de A Coruña mi cuñada Pacita, persona de buen diente que no probó la pampirolada" ni el "ñoqui". No puedo invitarla porque no hay restaurantes en los que figuren estos menús. Tal vez el famoso Carlos Arguiñano desconozca también estos dos productos. A mi cuñada, seguro, le importará poco la "pampirolada" y el "ñoqui". Pero en cambio el lacón con grelos ¡oh, que manjar!. Que lle aproveite.

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