Y tú qué quieres ser de mayor? Sempiterna pregunta que generación tras generación formula a sus vástagos. Dicen que el futuro estará lleno de profesiones que en este momento ni existen ni somos -al menos servidor- capaces de adivinar, ni siquera citar, aunque no es difícil aventurar que estarán relacionadas con el entorno digital y toda una suerte de neologismos en forma de palabro con nombre anglófilo.
La suerte está echada -al parecer- para esas profesiones de toda la vida que consistan en hacer algo cara a cara por los demás, desde tareas administrativas hasta la restauración gastronómica, todo será sustituido por robots. Ilusionante, ¿no? Un titular leído esta mañana decía algo así como que en el futuro no sería necesario conducir, vamos que los coches harán el trabajo por ti; tal vez este planteamiento semeje el menos malo.
La automatización de la vida es imparable, aunque la que uno ve más acelerada y preocupante sea la del pensamiento en sí, más simple cada vez, en el peor de los sentidos pero con marchamo de modernidad eso sí. En estos tiempos de ocio tecnificado lo más visible es la opinión en cascada que suma seguidores y que hace las delicias de empresas de ingeniería on-line, pues ese pensamiento fragmentado y breve en forma de afirmación o cabreo es, no sólo lo que nos define, sino lo que marca tendencia. En este mundo de buenrollismo y corrección se castran los matices y la riqueza creativa evolucionada durante siglos. Una simple comparanza, elijan una novela, un disco o una obra de arte y compararla con una similar de hace un par de décadas.
En un entorno endiablado donde el populismo habita cada esquina, uno empieza a tener presente toda la ficción habitada en “1984”, de Orwell, escrita después del infierno real de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente en el centenario del armisticio de la Primera, en el multitudinario encuentro de mandatarios reunidos en París, Emmanuel Macron mentó a “los demonios del pasado”. Está claro que los robots no se emplean para librarnos de eso.
