Opinión

En la calle

La calle dice, anuncia. “A solas soy alguien. En la calle nadie”, rimaba Gabriel Celaya. Si tienes algo que decir hazlo, en la calle. “La calle es mía”, dicen que dijo aquel 1º de mayo de 1976 el entonces ministro de Gobernación Manuel Fraga Iribarne, cuando los sindicatos y la izquierda de la mano, trazaron el intento de tomarla. Eran otros tiempos, pensarán muchos; aquel mismo año, en septiembre, el de Villalba fundaría Alianza Popular. 

La calle es popular, del pueblo. Recoge todos los cabreos posibles, depende del momento. Este país ha visto de todo y pasado por momentos complejos. Este invierno ha llovido mucho, y ha sido especialmente frío, según cuentan los metereólogos. Pero por las calles ha desfilado mucha gente, es como si el hecho de mostrarse, de enseñar ese cuerpo colectivo fuese la mejor manera de arroparse. Por nuestras calles hemos visto desfilar colectivos contrariados contra el Estado, que los discrimina, que los magrean económicamente, y otros colectivos están ojo avizor, que amenanazan con lo mismo. Todos pretenden una equiparación salarial, no hay mayor argumentario intelectual que el del bolsillo. Funcionarios de Justicia en lucha; policías y guardia civiles unidos en un mismo cuerpo; estudiantes, a los que se les oscurece un futuro, mientras no hay visos de un plan educativo al margen del manoseo del político de turno. 

Calles que han uniformizado el desencanto y la discriminación feminista, en manifestaciones que harán historia en los libros de texto, seguro; calles que se llenan de pensionistas, en la procura de un sistema decente y que se eleve al igual que lo hace el nivel de vida. Un sistema tan dispar en lo distributivo como cada individuo. Los pensionistas se expresan como uno solo, en un solo cuerpo, sin tener en cuenta las grandes diferencias del sistema. 

Los tiempos han cambiado, la atonía, regalo de la crisis, ha disipado -según la macroeconomía- ya el mal trago, aunque para muchos sea de por vida un horizonte hecho jirones. Los pensionistas con la mirada puesta no en el futuro de las pensiones sino en el del voto, que es donde duele. Y vendrán más, médicos, maestros. La calle será de ellos.

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