Opinión

Ladrones de castañas

El Otoño es mucho más que una estación de paso camino del frío; el frío llegará, ahí no hay otra conjetura posible.


Tradicionalmente el otoño -por su hermosura- es una estación propensa a la melancolía, al menos antes, cuando todo se medía desde parámetros razonables. Es cierto que el solsticio del verano no supura los problemas, pero entonces da la impresión que estos aminoran, es como si con los calores, nos impidieran prestar atención a las cosas más gruesas. En otoño ya no, esta es una estación para recogerse, en la mejor compañía y apuntarse a un vino y alguna que otra celebración gastronómica; y en esto, la verdad, es que somos maestros.


A pesar de la realidad cibertecnológica que vivimos, al llegar está época, es como si algo en nuestro interior nos recordara nuestro pasado, que en parte no creo que le haga daño a nadie. Hay ciertas realidades estos días, como nos recordaba José Cruz desde Valdeorras, que nos hacen apuntar la vista atrás, al retrovisor del existir. Resulta que en no pocas comarcas están viendo cómo sus menguados recursos son saqueados por personas de aspecto foráneo, eso dícen; dejémoslo ahí. El rural, hoy, es lo que tiene, bosque y abandono, y no hay manera de darle la vuelta.


En los presupuestos de la Xunta de este año una de las partidas más onerosas es la destinada a la extinción de incendios. Será por aquello de prevenir el chantaje social, el que tiene lugar en el estío; salvo que llueva.


Desgraciadamente esa es la única industria existente en muchas zonas; las otras, los recolectores de setas, castañas y poco más. La desaparición del modelo de vida rural no reporta nada bueno. Esas aldeas han sido el sustento estético, paisajístico, literario y económico de una realidad que se ha esfumado, el feísmo a la vista no ha sido más que una sorprendente metáfora de una realidad cambiante y apresurada a la que nos dirigimos. Los ladrones de castañas no precisan Guardia Civil. El monte, nuestras aldeas lo que necesitan es ordenamiento y una alta dosis de autoestima para hacerlas viables. Y eso nos queda a todos, más distante que la luna.

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