Opinión

El último que cierre la puerta

Uno lleva días con una imagen en la retina de la que cuesta desprenderse, la de jóvenes dispuestos a pasar al raso la noche a la espera de un codiciado teléfono móvil; la imagen, igual que la idiotez, no es nueva.

En el foro sobre demografía promovido por La Región, José Carlos Díaz, vicepresidente de la Ceo, echaba en falta y así lo dijo la opinión de algún representante de Educación que se posicionara; en otras latitudes -EEUU- la orientación hacia el emprendimiento tiene lugar desde la escuela, aquí no, y por lo visto, alentar esa opción u otras que desconocemos tampoco. La mayor aspiración formativa durante décadas ha sido la vía opositiva, así lo  corroboraba Ana Barrio, de CCOO, “os opositores ourensáns eran temidos alá por onde foran”; de la sabana africana han salido los mejores atletas, y eso que corrían descalzos.

De la incultura es difícil escapar, ahora y siempre; el otro día el presidente Feijóo decía que cada alumno del rural nos cuesta 4800 euros al año, así -alguno pensará- el rural es inviable. Una sociedad que se rija sólo por criterios economicistas es una bomba en sí misma, El boom del ladrillo no fue otra cosa que eso, ignorancia y avaricia, y no acierto a decir cuál de las dos primero. Leía el otro día en el ABC unas declaraciones del filósofo bilbaíno Javier Goma que decía que “la cultura moldea los deseos de la sociedad y por eso es lo más importante”. Hace tiempo que la cultura ha perdido la batalla, al poder político, de la cultura le interesaba las grandes cifras y los contenedores suntuosos que aún estamos pagando; en una sociedad culta un boom desmedido por el ladrillo con la añadida esquilma del territorio nunca se hubiera producido, nadie echa piedras conscientemente a su tejado.

 “Economía y política -decía Goma- tienen como fín satisfacer los deseos de los ciudadanos, pero es la cultura quien moldea esos deseos”. La cultura ha sido la principal víctima de la crisis, lapidando a quienes eran capaces de oxigenar el ambiente. En los próximos presupuestos generales del Estado por primera vez se incrementa la cuantía para cultura, y no es por fe, me temo. 

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