Opinión

Cambio de imagen

Parece ser que por el mero hecho de encuadrarse en lo que se tilda como “antisistema”, se le concede licencia para vulnerar los principios básicos que conforman lo que se entiende por “decoro social” y que, en muchas ocasiones, demanda que esa persona que se considera representante público comparezca en sus actos esgrimiendo esas normas comprendidas en la etiqueta social. De ello hemos hablado en reiteradas ocasiones.

La imagen personal, que no sólo atañe al aspecto físico, sino también al comportamiento dentro de lo que se define como “sabe estar” -hablar, saludar, gesticular, etc-, para algunos de nuestros políticos implica una “imagen de marca” que se les identifica precisamente como integrantes de tal “antisistema”. Ejemplo personalizado en el líder “podemita”, Pablo Iglesias, quien no tiene reparo en acudir a la Casa Real a una audiencia con el monarca vestido con camisa y en smoking a la Gala de los Goya. O cuando algunos diputados visten en el Congreso camisetas reivindicativas…

Pues bien, podemos traer a colación el reciente caso de una preclara metamorfosis que protagonizó la política independentista catalana Anna Gabriel, la del flequillo, vaqueros y camiseta con propaganda incluida. En su “exilio” a Suiza, optó por presentarse en sociedad con una nueva imagen, cambiando su flequillo por el pelo suelto y peinada con raya. En lugar de las camisetas-escaparate reivindicativo, vistiendo un “look” bastante más discreto y con un toque más casual o urbano,  incorporando la chaqueta como cualquier ejecutiva.

Obviamente, esto responde a una clara estrategia de comunicación a través de su imagen personal, utilizando el estilismo para ofrecer una nueva Anna Gabriel totalmente diferente y transmitiendo un mensaje que dice que se aparta de la espiral anticapitalista e independendista. La nueva “cupera” quería aparecer como una profesora más. Y para ello ha guardado en su armario toda la parafernalia que utilizaba para sus comparecencias públicas dentro del “procés” y optó por recuperar el set de maquillaje, visitar al peluquero y pasar por la tienda para adquirir su nueva ropa “imagen de marca” más socializada.

En definitiva, Anna Gabriel mudó de vestuario, porque también cambió de escenario y de obra de teatro. Ahora interpreta un nuevo rol, más cercano, quizás más “tierno”… Pero seguro que en su fuero interno, subyacen sus sentimientos políticos que si los exterioriza, le pueden acarrear consecuencias no deseadas.

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