Opinión

Castigar para educar

La Audiencia de Pontevedra, como se ha informado, ha condenado a dos meses de cárcel a una madre por darle una bofetada a su hijo, que no quería ducharse. La progenitora no podrá acercarse al niño de diez años a menos de 200 metros y durante seis meses. En la sentencia se mantiene que esa madre había cometido un “delito de maltrato en el ámbito de la violencia doméstica”. Y menos mal que al carecer de antecedentes la pena de prisión será sustituida por seis meses de trabajos en beneficio de la comunidad. La defensa de la madre argumentó que la acción siempre tuvo lugar al amparo del derecho de corrección. 

Hasta aquí la noticia tal cual se publicó. Ahora viene la interpretación, pero no la que hace el juez ("la reprensión ante una eventual desobediencia de la menor nunca puede justificar el uso de la violencia que ejerció, ni admite, bajo ninguna óptica, considerar esa actuación orientada a su beneficio"), sino la aplicación del sentido común. Y porque además, no es la primera ocasión en que se producen este tipo de noticias. 

Ejemplos. Un juzgado de Jaén condena a un mes y medio de cárcel un hombre de 41 años por propinar una bofetada a su hijo cuando éste tenía 14 años -si bien en este caso fue a instancias de una denuncia de la madre-. El Juzgado de lo Penal nº 1 de Almería condena a un padre a siete meses de prisión por un delito de malos tratos, por darle unas bofetadas a su hija de 15 años “por no acatar la indicación de carácter educativo que le daba”. Además le prohíbe acercarse a la menor a menos de cien metros durante más de un año -en aquel momento se daba la circunstancia de que el padre tenía la custodia de la joven-. Para el juez, el acusado “se había extralimitado y actuó violentamente en su derecho de corrección”. Para otro padre de Zaragoza, el fiscal pedía un año de prisión por haberle propinado a su hija de 16 años una bofetada, al reaccionar ésta de malos modos cuando su progenitor se negó a asumir el pago de la reparación de su móvil. Y podíamos seguir enumerando. Todos más o menos parecidos.

La cuestión es que hoy en día para educar a los hijos hay que tener a mano el Código Penal para saber a qué hay que atenerse en cada circunstancia.
Dice el papa Francisco que “el papel de los padres es insustituible, solo ellos pueden compensar algunos errores. Sin embargo, a veces se encuentran paralizados por miedo a equivocarse, ante la complejidad de la vida actual y las nuevas exigencias de sus hijos”.

Ejercer la patria potestad implica educar a los hijos para que asuman en todo momento un comportamiento adecuado y ello conlleva muchas veces corregir sus actitudes. Pero ahora mismo, cualquier corrección sólo puede hacerse con palabras. Lo del coscorrón queda desterrado, a no ser que quien lo propine acabe entre rejas como cualquier delincuente.

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