Opinión

Defender el protocolo

Protocolo con mayúsculas, para que resalte y sea notorio. La Asociación Española de Protocolo está conmemorando su cuarto de siglo de existencia. Durante este tiempo, no ha regateado esfuerzos ni medios para defender el ejercicio de esta profesión, que antaño casi tenía más tintes de oficio, más que nada porque sus conocimientos se adquirían en reducidos foros y sobre todo en la experiencia que se difundía por transmisión oral por parte de aquellos inveterados “profesionales” que estaban trabajando en distintos ámbitos de la Administración pública.

Hoy en día, la especialización en este ámbito pasa por la Universidad donde se estudia grado. Es una profesión competitiva, pero lamentablemente no está justamente reconocida y por ello quienes nos dedicamos a su práctica profesional, nos vemos en más de una ocasión obligados a alzar la voz y poner en valor lo que hacemos. Porque el Protocolo no se ciñe únicamente a sentar a unas personas que asisten a un evento -que tiene su intríngulis, pues requiere un conocimiento de la normativa que regula las prelaciones por rango-, sino que abarca todas y cada una de las partes que articulan un acto, desde su convocatoria hasta su ejecución y finalización.

Y en esa tarea está sumergida la Asociación Española de Protocolo, como el faro vigilante que se ocupa de evitar las malas prácticas. Que acomete cuantas acciones sean precisas para que esta profesión ocupe el lugar que le corresponda y, por lo tanto, la sociedad sepa cuáles son las funciones de cuantos nos dedicamos a esta actividad y denunciar aquellas situaciones donde se produje una vejación o un ninguneo de los profesionales, sobre todo en lo que atañe a convocatorias de puestos de trabajo donde no se exigen los requisitos que avalan y respaldan a un profesional académicamente formado y por lo tanto, cualquier otro aspirante, sin esa formación, puede acceder al desempeño de esta tarea. Luego vienen los errores y a ver a quién le piden explicaciones. Obviamente al que firmó la convocatoria.

Se trata, pues, de posicionar ante la sociedad la importancia que conlleva el protocolo en el ámbito de los eventos, y cuya ejecución únicamente pueden asumir los profesionales avalados por esta asociación, de la misma manera que sucede con el ejercicio de otras profesiones y donde jamás se cuestiona su trabajo. Porque hay que erradicar eso de que hoy en día todo el mundo sabe de todo y que no todo vale. Reivindiquemos nuestra profesionalidad por encima de opiniones desnortadas.

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