Opinión

Educación y comportamiento

El reciente incidente acontecido en un colegio de Palma, donde, como están informados, una niña de 8 años fue agredida por un grupo de jóvenes de entre 12 y 14, y todo porque les cogió la pelota con la que jugaban al sonar el timbre que anunciaba el fin del recreo, ha vuelto a poner de relieve el grave déficit por el que atraviesa la educación de nuestros jóvenes.

Hablamos de educación como concepto de valores. Esporádicamente los medios de comunicación recogen noticias relacionadas con agresiones, vandalismos y actos incívicos protagonizados por adolescentes. Sin embargo, el tema implica mayor envergadura dado que se produjo en unas instalaciones escolares.

La preocupación por este tipo de comportamientos es constante. Pero es una responsabilidad tanto de padres como de profesores, si bien éstos siempre dentro de su espacio competencial. De hecho, la Ley 4/2011, de 30 de junio, “de convivencia y participación de la comunidad educativa”, en su exposición de motivos subraya: ”La convivencia en los centros docentes constituye en todas las sociedades desarrolladas un motivo de preocupación creciente, que no se circunscribe únicamente a los problemas que conlleva el mantenimiento de la disciplina en las aulas, sino también a las relaciones entre el propio alumnado, lo que ha llevado a tomar conciencia de la gravedad que revisten fenómenos como el acoso escolar”.

Y añade que la presente ley parte de la convicción de que sin un ambiente de convivencia en los centros educativos basado en el respeto mutuo no es posible dar cumplimiento a los fines de la educación ni permitir el aprovechamiento óptimo de los recursos educativos. Una implicación que afecta a todos los miembros de la comunidad educativa –madres y padres, profesorado, personal de administración y de servicios y alumnado–, así como de la propia Administración educativa y muy especialmente en la corresponsabilidad de las madres y padres o tutoras o tutores en dicha tarea.

Es congruente traer a colación a Plutarco, quien en sus “Obras morales” destaca la importancia de la educación en un periodo difícil como es la adolescencia, donde recomienda a los padres “estar de guardia y vigilar a los hijos para corregirles con prudencia e inculcándoles que actúen con templanza”.

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