Opinión

Educación y justicia

Qué difícil resulta educar a los hijos hoy en día. Si los padres cometen un desliz, acaban ante el juez. No es ninguna hipérbole. Basta con echar una ojeada a los medios de comunicación donde con frecuencia aparecen noticias como ésta: “Quita el móvil a su hijo, él la denuncia y el juez la absuelve. El fiscal pedía 9 meses de cárcel y el pago de costas a la mujer, que quería obligar a su hijo a estudiar”.

Paradójico pero también increíble. Esa madre sólo pretendía algo tan apropiado dentro de sus funciones como que su hijo, de quince años, se pusiese a estudiar en lugar de estar manipulando su móvil. Escena, por otra parte, más que cotidiana en cualquier casa hoy en día. Pues bien, ese hijo ni corto ni perezoso, bueno, más bien perezoso por su abstinencia en cuanto al estudio, denunció a su progenitora “por malos tratos” -en este caso, el “forcejeo” por quitarle el teléfono-.

Se presentó ante la Guardia Civil. Se instruyó el correspondiente atestado que derivó en unas diligencias judiciales con la acusación formal por parte del Ministerio Fiscal y la celebración de una vista oral. La Fiscalía calificó los hechos procesales como constitutivos de un delito de malos tratos en el ámbito doméstico (artículo 153.2 del Código Penal). Menos mal que el magistrado actuó racionalmente y consideró que lo ocurrido en el domicilio familiar no constituye un delito de malos tratos sino que “al contrario, la madre actuó correctamente en cumplimiento de los derechos y obligaciones derivados de la patria potestad”.

¿Qué hubiera pasado si el magistrado hubiese corroborado la tesis del fiscal? La infortunada madre acabaría entre rejas sólo por actuar como tal madre y querer que su hijo estudiase. En qué sociedad vivimos. Es el mundo al revés. Dónde queda la autoridad de los padres y las obligaciones de los hijos mientras están bajo su tutela familiar.

Escribía Ortega y Gasset: “El niño es un detalle de la familia: en su menudo corazón se hallan condensadas las esencias de las domésticas tradiciones; su memoria, aunque breve, es una tela sutil urdida con los hilos de las impresiones familiares; su totalidad espiritual es un producto del sistema de ideas, aspiraciones y sentimientos que reina en el hogar paterno”. Visto lo visto, lamentablemente van quedando pocos niños de estas características.

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