Opinión

Espectáculo congresual

El Congreso de los Diputados se ha convertido en el gran teatro de la Divina Comedia, con permiso de Dante Alighieri -aunque, en este caso, tenga muy poco de divina y mucho más de esperpéntica, con permiso de Valle Inclán-. Un espacio otrora “sacrosanto”, por ser desde donde emanan todas las leyes, ahora, lamentablemente, acoge sainetes y óperas bufas.

Ortega y Gasset escribió en “Vieja y nueva política”: “El Parlamento es representación, mero reflejo y sombra de la realidad política exterior”, y añade: “El único lugar donde no está un pueblo es aquel en que está su representación”. Y de eso se trata. De que quienes ocupan esos escaños están ostentando una representación. Una de las acepciones que recoge nuestro Diccionario de la Real Academia es que como representación también se entiende “categoría o distinción social”.

Pues bien, después del último espectáculo al que hemos asistido en la solemne sesión de apertura de las nuevas Cortes Generales, podemos aseverar que muchas señorías no son dignas de ostentar tal representación, debido a que su comportamiento no estuvo acorde a la solemnidad del evento. Porque si un acto está revestido de esta peculiaridad, quienes participan en el mismo están obligados a actuar en correspondencia con el mismo. O dicho de otra manera, tienen que guardar las formas. No cabe otro tipo de interpretación.

Algunos diputados visibilizaron una interpretación y puesta en escena con la finalidad de que fuese reflejada en los medios de comunicación y lo hicieron protagonizando una absoluta falta de respeto tanto al monarca que presidía esta ceremonia como a la propia institución en la que asientan sus ilustres posaderas -lo de ilustres es por el tratamiento vocativo que conlleva el cargo-. Actitudes en cuanto a permanecer sentados durante el himno, exhibir símbolos no autorizados o vestir de manera inadecuada para la solemnidad del evento e incluso con camisetas reivindicativas.

Y algo similar sucedió con motivo del minuto de silencio que se guardó en esta Cámara por el fallecimiento de Rita Barberá. Un gesto de respeto que los diputados del partido morado no quisieron secundar.

Ya decía Ortega y Gasset: “El lugar donde menos quehaceres políticos puede haber es el Parlamento; allí no debía irse sino a refrendar la organización del espíritu público realizada fuera”. Demasiado profundo para algunas señorías.

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