Opinión

La importancia del protocolo

El protocolo es eso de lo que mucha gente habla pero, en realidad, poca tiene un conocimiento exacto de lo que es y para lo que sirve. Es una acepción que abarca muchos ámbitos de aplicación. Porque no sólo nos estamos refiriendo al ámbito del ceremonial, que es el que en nuestro caso nos compete por profesión, sino a que hay protocolos médicos, notariales y documentales, procedimentales, etc.

La sociedad, en general, lo entiende cuando se trata de su uso en lo que atañe a celebraciones o actos. La globalidad del concepto protocolo abarca diversas áreas, todas ellas relacionadas con el saber estar en los distintos eventos de la vida pública, de conocer las normas reguladoras de los distintos ritos y ceremoniales sociales, de determinar un orden y precedencias, una forma de tratar, de saber organizar un evento con rigor y disciplina. Acciones que tienen gran incidencia en la imagen de lo que se organiza y, particularmente, en la imagen de quien lo protagoniza.

Y esto del protocolo, ¿para qué sirve?... Cuantas veces nos han hecho y nos seguirán haciendo esta “dichosa” pregunta. Los profesionales sabemos para qué sirve el protocolo. Los ignorantes, porque lo ignoran, no saben para qué vale y quienes tienen la obligación de saberlo, parece que prefieren ignorarlo. Esto, que puede asemejarse a un galimatías, es un puro reflejo de la realidad que vivimos y que se traduce en una cuestión de credibilidad de lo que representa el Protocolo (así, con mayúscula).

Y mientras no se valore lo que significa en la sociedad de hoy, nos resultará difícil a quienes estamos inmersos profesionalmente en este ámbito convencer de su utilidad. Y si no se le da importancia al protocolo, consecuentemente, no se considera oportuno contar con los servicios de un responsable que se ocupe del mismo. Este es el gran reto que tiene ahora mismo la Asociación Española de Protocolo. Concienciar a la sociedad de la necesidad de contratar a estos profesionales.

Y lo más simpático de la cuestión es que algunos piensan que el protocolo es fácil y no requiere tantas ceremonias, porque solo les vale para que cuando llegan a un acto, alguien les siente. Para sentarse, sólo hace falta una silla, pero para determinar donde se coloca esa silla y quien la ha de ocupar, porque hay unas precedencias contempladas en una normativa, hace falta un profesional del protocolo. Todo lo demás es arriesgarse a hacer el ridículo y quedar como un resabido ignorante.

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