Opinión

Incivismo incendiario

La reciente plaga incendiaria que azotó nuestra comunidad autónoma, en muchos casos con enorme virulencia, suscitó una amplia respuesta social de muestras de solidaridad más allá de nuestros confines territoriales. Una vez más, se puso especial énfasis en el factor de la intencionalidad, considerando que muchos fuegos fueron provocados.

Incluso los obispos de Galicia firmaron una carta conjunta titulada “Cuidar de la casa común” y donde manifestaban que “provocar un incendio es un gesto de grave inmoralidad”. Subrayaban que “esta nuestra casa común es una condición absolutamente necesaria para la vida de todos” y añadían que “es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la siguiente”. Y luego continuaban explicando que había que respetar la naturaleza y valorarla “en su bondad, armonía y equilibrio, como un don que recibimos y un legado que debemos esforzarnos por transmitir a generaciones futuras”.

Ciertamente, respetar nuestro entorno y proteger nuestra naturaleza es algo esencial que desde muy pequeños se nos enseña. Es una muestra de civilidad. Es una actitud ante la vida basada en los principios del respeto, primero con uno mismo y luego con los demás. Es saber mantener un equilibrio social y un grado de convivencia, de esa convivencia a la que tantas veces hacemos referencia.

Es evidente que un incendiario quema el monte respondiendo a una acción execrable, movido por resortes delictivos lo que le convierten en un sujeto vil y sobre el que debe caer todo el peso de la Justicia. Para este individuo, es una obviedad hablarle de valores y normas de convivencia, de respeto hacia los demás y hacia lo que nos rodea. El lenguaje social queda aquí descartado. La cuestión es por qué ha actuado de esta manera, como un delincuente cuyas acciones incluso ponen en peligro la vida de los demás. Pone de manifiesto una absoluta falta de moralidad.

Por ello, ante este tipo de vandalismo, no cabe otra solución que insistir en la necesidad de imbuir a nuestras futuras generaciones sobre el significado de una educación en valores, basadas en el sentido común y en el raciocinio de unas propuestas pedagógicas sustentadas en argumentos donde prive lo cívico antes que la geografía sociopolítica.

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