Opinión

Investidura

Es más que probable que una sesión de investidura nunca haya tenido como hasta ahora tanto impacto mediático. Primero porque antes lo habitual era celebrar una sesión cada cuatro años, coincidiendo con el inicio de una nueva legislatura, y segundo, porque si antes era casi una sesión con su ceremonia que tenía un mínimo seguimiento por las audiencias, en los últimos meses, debido al contexto en que se desenvuelven estas sesiones, han adquirido una relevante preponderancia en cuanto a su repercusión en los medios de comunicación.

Ciertamente, tiene que desarrollarse como una sesión extraordinaria donde el candidato a presidir el Gobierno, a propuesta de Su Majestad el Rey, se postula y presenta su argumentario para someterlo a confianza del Parlamento (Artículo 170 en cumplimiento de las previsiones establecidas en el artículo 99 de la Constitución, y una vez recibida en el Congreso la propuesta de candidato a la Presidencia del Gobierno, el presidente de la Cámara convocará el Pleno… el candidato propuesto expondrá, sin limitación de tiempo, el programa político del Gobierno que pretende formar y solicitará la confianza de la Cámara).

Pero después de los últimos acontecimientos, tal sesión se ha convertido en un escenario donde se representa una tragicomedia destinada a la gran audiencia a la que catapultan los medios de masas. No está diseñada sólo para deglutir en el propio foro parlamentario, sino para ser proyectada mediáticamente. Destacan las poses y posturas antes que el fondo real de la cuestión. Se ha convertido en la Cámara del Postureo Nacional.

A este respecto es oportuno recordar la opinión de José María Pemán sobre el Congreso de los Diputados, eufemísticamente bautizado como “el templo de las leyes”: “En España los Congresos de los Diputados siempre han sido una gran tertulia política, donde se decían bonitos discursos y se divagaba sobre todo lo humano y lo divino. Desde allí jaleaban a los oradores. Y estos, arrastrados por el aplauso, pensaban en lucirse más que en hacer cosas prácticas para España”.

Reconocen este nuevo Congreso de la carrera de San Jerónimo donde priva el exhibicionismo, el artificio, el abuso gestual, la banalidad…

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