Opinión

Respeto institucional

En nuestros últimos artículos hemos hablado a propósito de la necesidad de convivir dentro de un ambiente donde prime el respeto, pero no sólo a nivel social, sino, y aquí hacíamos una incidencia especial, dentro del ámbito político. Pues bien. El reelegido presidente del Parlamento de Galicia, el ourensano Miguel Angel Santalices, en su discurso de constitución de la X Legislatura, se refirió precisamente a este tema.

“Que esta sea la legislatura del respeto institucional”, pidió el titular de la cámara legislativa gallega, añadiendo que: “Es mi función y por eso velaré”, pidiendo la colaboración de todos para desempeñar esta tarea. Pues ojalá que este propósito de intenciones se materialice y las actuaciones de nuestros parlamentarios respondan a esta filosofía del respeto a la institución y todos los demás.

De momento lo que hay que respetar es la fórmula de jura o promesa para tomar posesión del escaño. En otra ocasión nos hemos referido a esas modas que se han implantado, sobre todo por parte de representantes de fuerzas de la izquierda, a partir del PSOE, en cuanto a improvisar frases. Existe una disposición, el Real Decreto 707/1979, de 5 de abril, por el que se determina la fórmula de juramento o promesa para la toma de posesión de cargos o funciones públicas. En el mismo se contempla cómo se enuncia esa fórmula con el objeto de “cumplir fielmente las obligaciones del cargo con lealtad al Rey y de guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado”.

En la sesión constitutiva se esgrimieron frases en el momento de jurar o prometer ese cargo como, además del manido “por imperativo legal”, “ser "fieles" a Galicia y “defender los derechos nacionales y sociales de los gallegos". Otra: "Prometo defender con una marea de alegría e ilusión la libertad, la dignidad y la felicidad de la sociedad gallega. Para esta alta función comprometo a mi palabra y, si necesario fuese, mi vida". Y también: "Devolver a Galicia el poder sobre sí misma" para que "nunca más sea gestionada de espaldas a la gente".

Es una muestra de los nuevos tiempos que vive la clase política donde parece que está de moda -pero nunca ello es correcto- atentar contra las normas, cuando éstas regulan la vida institucional y son las que dan sentido al ejercicio de su actividad pública.

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