Opinión

Salas de espera

Si repasamos algún manual de urbanidad, de aquellos que proliferaban en los años cuarenta y cincuenta, cuando se hace referencia a las salas de espera, se daban recomendaciones como que había que mantener la cortesía en todo momento o evitar discutir por cuestiones de turno o preferencia, “como norma general debe prevalecer el orden de llegada”. O lo que es lo mismo, aplicar el sentido común.

Un sentido común que si se tuviese en cuenta en nuestras acciones cotidianas, con toda seguridad que se evitarían problemas y situaciones desagradables. En eso consiste la sociabilidad, en compartir un espacio en común con otros convecinos respetando las pautas esenciales de civilidad. Actuar con respeto.

Pues bien, tampoco todas las salas de espera tienen las mismas características -algo similar a lo que sucede con las filas-, porque no es lo mismo esperar turno en un espacio privado que en uno público. En el primero el comportamiento ciudadano suele ser más “cívico” o correcto, sin embargo en el segundo, la cosa cambia. Cuando se espera turno en una sala de un organismo público -por ejemplo en el ámbito sanitario- los usuarios enseguida hacen uso o más bien a veces abuso, de sus “derechos”, olvidándose que también tienen “obligaciones” y dentro de éstas figura el comportamiento adecuado y ejercicio del más absoluto respeto a los demás.

Es cierto que en muchas ocasiones “quien espera, desespera”, pero como es algo imprevisible y que sólo es atribuible al propio sistema, lo mejor es acudir a esos espacios con una inyección de paciencia y exhibir en todo momento los mejores modales. No porque se pierdan las formas quien aguarda va a entrar antes. Hay otras personas que están en su misma situación.

Y como se decía en aquellos manuales de antaño -con auténtica vigencia-: “La cortesía en estas esperas consiste en no discutir ni en hacer demostraciones de desagrado”.

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