Opinión

Un desplante de Estado

Otro más, y van… Nos referimos a los desaires de las actuales autoridades de la Generalitat catalana con el Estado. Lo más reciente, el desplante que Torra le hizo al monarca español cuando llegó al Nou Estadi de Tarragona para presidir la ceremonia inaugural de los XVIII Juegos Mediterráneos. Allí estaba, como le correspondía, el nuevo presidente del Gobierno de España, pero en la línea de saludos no comparecía el titular del Gobierno de Cataluña.

Eso sí, para no significarse, obvió participar en el movimiento protocolario de la salutación, pero poco después, apareció para estrechar la mano del jefe del Estado y aprovechó para “propinarle” o más bien entregarle “ipso facto” un libro de fotos en el que se recoge lo que los independentistas interpretan “como represión policial en la jornada del referéndum del 1 de octubre”, acompañado de informes del defensor del pueblo catalán sobre lo acontecido en esa jornada. El rey lo recogió “estupefacto”.

No era para menos. Como no le contestó a la “afectuosa” carta que previamente le habían enviado el propio Torra juntamente con Carles Puigdemont y Artur Mas y donde solicitaban que “encontrase un momento” para reunirse y explicarle "cómo se siente una parte del pueblo de Cataluña". Tanto la Casa del Rey como el Gobierno habían desechado cualquier cita formal entre el monarca y el “president”.

En fin, de lo que se trataba, nuevamente, era de escenificar el sainete al que lamentablemente nos tienen acostumbrados los dirigentes de la Administración catalana en lo que atañe a asumir sus funciones representativas como tales mandatarios adscritos a un ente que forma parte del engranaje del sistema del propio Estado, y que es oportuno recordar al titular del mismo que, por ley, es el representante ordinario del Estado en Cataluña y, como tal, está obligado promulgar, en nombre del Rey, las leyes, los decretos leyes y los decretos Legislativos de Cataluña y ordenar su publicación; ordenar la publicación de los nombramientos de los cargos institucionales del Estado en Cataluña y solicitar la colaboración a las autoridades del Estado que ejercen funciones públicas en Cataluña.

Y otro acto de este ridículo sainete es el anuncio del ejecutivo catalán de romper con la monarquía y que a partir de ahora, ni el “president” ni los consejeros acudirán a actos organizados por la Casa Real. Tampoco invitarán al rey a eventos institucionales catalanes, y el propio Torra ya ha cesado como vicepresidente de honor de la Fundación Princesa de Girona.

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