Opinión

Urbanidad parlamentaria

Pues buena falta hace que nuestros parlamentarios hagan un curso de urbanidad. Lo hemos comentado en más de una ocasión. La cortesía parlamentaria brilla por su ausencia. Basta con asistir a una sesión cameral para percatarse de ello. Pues bien, en una de las últimas sesiones salió este tema a colación.

El origen estaba en que un diputado del PP, Pablo Casado, había afirmado que la Generalitat se estaba comportando como los regímenes "xenófobos" y "totalitarios". Esta aseveración molestó al portavoz parlamentario de ERC, Joan Tardá, y en la sesión plenaria pidió a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que se disculpase por las palabras de su compañero de escaño, a lo que ésta replico irónicamente: “¿Quiere que demos un curso de urbanidad parlamentaria con Rufián?”, en clara alusión a este diputado catalán que cada vez que sube al estrado escupe perlas que atentan contra el decoro y las buenas formas.

Decía el filósofo estoico frigio Epicteto, que se pensase antes de hablar “para asegurarte de que hablas con buena intención”, y reflexionaba que irse de la lengua “es una falta de respeto hacia los demás. Descubrirte a la ligera es una falta de respeto a ti mismo” y añadía que “la charla frívola es una charla hiriente; además, es impropio ser un charlatán”. Lo que pasa es que no debe ser habitual que nuestros parlamentarios se empapen de los conocimientos de nuestros clásicos. Y luego son más susceptibles. Como dijo la vicepresidenta en aquella misma sesión del Congreso: “Usted tiene más fina la piel que la boca”.

Repetidamente hemos venido comentando que la cortesía, el decoro y la urbanidad no se prodigan precisamente en la Cámara de la Carrera de San Jerónimo, un lugar donde eso de guardar las formas como que parece algo atávico. Por eso habría que asumir la propuesta para que sus señorías ilustrísimas asistiesen a cursos de urbanidad donde se les expliquen las nociones básicas de comportamiento social.

Te puede interesar