Opinión

Urbanidad veraniega

No es el primer artículo en el que tratamos el tema y seguramente tampoco será el último. Nos referimos a las pautas y consejos que damos a propósito del comportamiento y las buenas maneras que todo buen ciudadano tiene que exhibir durante la época veraniega donde el ser humano, psicológicamente, se libera de ciertas costumbres y se desinhibe y entonces el relajo propicia ciertos desórdenes sociales, sociológicamente hablando.

Y un aspecto donde se denota todavía más esta relajación en los hábitos es el relativo a la indumentaria. Todos sabemos que el calor obliga a vestir prendas más ligeras que nos permitan soportarlo, y más aún si estamos en una zona considerada veraniega como es aquella que tiene playa. Pues bien, esta circunstancia no es óbice para que andemos de cualquier facha, vulnerando las sanas costumbres del decoro, como por ejemplo, en el caso del hombre, pasear por zonas urbanas con el torso desnudo o las mujeres hacerlo llevando la parte de arriba del bikini como única prenda en lugar de llevar una camisa o alguna otra ropa similar.

Esto incluso ha provocado que muchos ayuntamientos hayan emitidos sendas ordenanzas que contemplan sanciones a quienes vistan de manera inadecuada en aquellos espacios urbanos que obviamente no se consideran áreas específicamente de playa y donde los paseos marítimos que bordean la misma son los únicos lugares donde está admitido exhibir un atuendo “playero”.
Pero la urbanidad veraniega no se limita exclusivamente al comportamiento en lo que atañe a la forma de vestir -abuso desmedido de un tipo de ropa más apropiada para pasear por la orilla del mar-, sino que conviene evitar ciertos desmadres relacionados con las pautas ordinarias de lo que se considera convivencia, de ahí que se prodiguen esas disposiciones municipales que regulan cómo hay que comportarse en esos espacios restringidos al ocio. Como por ejemplo ha hecho recientemente el municipio murciano de San Pedro de Pinatar y cuya ordenanza abarca toda una serie de restricciones que afectan tanto a los juegos en la zona de playa como orinar al borde del mar -incluso disimulándolo metidos en el agua- o también instalar una sombrilla a primera hora de la mañana para ir “reservando espacio”… La picaresca española. “Aunque queramos aprovechar la playa para descansar, no debemos llevar las cosas al extremo de un abandono total de las normas de urbanidad, ni provocar la repulsión de los demás”, se decía en un manual de vida social datado hace más de medio siglo.

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