Opinión

Favet neptunus eunti

Neptuno favorece a los viajeros; la semana pasada yo estaba en el aeropuerto ejecutivo de Fort Lauderdale, EEUU: jets de todos los suspiros, lujo, riqueza, poderío; y hoy estoy en el helipuerto de Montmeló, Barcelona: helicópteros para inspección de líneas eléctricas, filmación, control de incendios forestales, carga suspendida y todo tipo de trabajos aéreos. Me siento como un corresponsal de prensa afortunado, aunque tenga que costearme mis periplos.

 Carles, que se pronuncia “Carlas”, el Chapo de Girona, también andaba anteayer por Dinamarca (del norte), hablando de Catalunya como la Dinamarca del sur. Feliz, a pesar de las preguntas incómodas de Marlene Wind, la directora del Centro de Política Europea de la universidad de Copenhague que, molesta por el circo que allí montó el políglota, cuestionaba la legitimidad del “procés”: “¿Democracia es solo votar o también respetar el Estado de derecho?, ¿Qué hacemos con el 50% largo de catalanes que no son independentistas?, ¿No sería la balcanización de Europa dividirla en 200 Estados étnicamente puros?” Puchi como si ‘rousara’ un carro, a su puta bola y por los cerros de Úbeda.

 En el helipuerto de Montmeló aprovecho para preguntarle a un empresario del sector aéreo, cómo ve el desafío catalán. “De puta mare -me contesta-, bendito artículo 155, nunca la Generalitat nos ha pagado tan puntual”. Item más: me cuenta que nunca hubo tanta obra pública como ahora. El Ministerio de Fomento se está despachando a sus anchas -y a nuestros impuestos- con una serie de inversiones en infraestructuras tales como la estación de alta velocidad de Sagrera, el soterramiento de la vía férrea de Sant Feliu, el soterramiento de la vía férrea de Montcada, el soterramiento de la vía férrea de L’Hospitalet, o las obras de la reforma de la ronda Litoral. El Gobierno aquí gobierna, qué diablos, y está tirando a España por la ventana.

 Y mientras el Gobierno español les hace su trabajo a los políticos nacionalistas, éstos siguen en el Parlament proponiendo presidentes virtuales, o en la cárcel de Estremera rezando por la paz del mundo, o en Bruselas soltando paridas. Somos “pequeñas naciones” –lanzó el otro día en Dinamarca el Puigdemón- que han descubierto que “gracias a la globalización” ya no necesitan depender de un gran Estado. “En el mundo global, lo pequeño es bello”, empalagó a continuación. También rebuznó que “la sombra de Franco sigue siendo muy larga en España”. Hay que joderse con este estadista “das silveiras”.

 La conjura del Necio Puigdemón –que por cierto la expresa siempre en perfecto román paladino-, al final sigue siendo la misma: “España tiene un problema de cojones” ¡Ay, Señor, Señor!, lo que hay que oír. España, lo que tiene, es una aguante que te cagas.

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