Opinión

Hágase justicia y húndase el cielo

La parca, aun por esperada, siempre llega acompañada de un gran desorden: ataúdes, herencias, notarios, tanatorios… Los muertos incordian, como los neonatos.

 Tiempos hubo en que la muerte llegaba del cielo como maná explosivo, como rocío incendiario; intempestiva, instantánea, estrepitosa: los muertos permanecían semanas entre los escombros de las ciudades: Eran tiempos de deshonras, de cobardes, de ases del infierno. 

 Corría el año 1937, cuando regía la sinrazón y el eje de la tierra se salió de sus goznes. La Aviación Legionaria Italiana arrojó toneladas de bombas sobre el corazón de la villa de Durango. En solo 3 minutos 46 pilotos a los mandos de bombarderos Savoia- Marchetti (Pipistrello: murciélago, en italiano) y cazas Fiat dejaron un debe de 336 muertos y 300 edificios derruidos. 26 días después la legión Cóndor, alemana, haría otra escabechina similar en Guernica. Picasso inmortalizó esa efeméride entre relinchos, mugidos, lámparas incandescentes, lenguas y brazos suplicantes. Vida derramada. Gudaris minusválidos contra el fascismo asesino.

 En el año 2004 yo volví a bombardear ambas ciudades desde un helicóptero Ecureuil (Ardilla) AS 355. El hecho no tuvo apenas trascendencia, porque era un bombardeo lírico. 100.000 poemas de 80 poetas croatas y chilenos cayeron sobre la población, las calles y los edificios. Todavía conservo algunas octavillas: “Las calles hierven/ el futuro reclama su pasado/ y la vida se inflama/ en sombras sin presente”.

 El lanzamiento de poemas sobre una ciudad bombardeada (Santiago de Chile, Dresde, Hiroshima o Nagasaky) ofrece múltiples lecturas, pero salvo a los equipos de limpieza a nadie puede parecerle improcedente. Son gestos. Y los gestos, aunque sean imperceptibles, como el de la Gioconda, pueden conmover el alma. 

 Hace dos semanas el ayuntamiento de Durango se querelló contra la Aviación Legionaria Italiana, y contra los 46 ases de la vergüenza que bombardearon y ametrallaron la villa vizcaína. Todos los grupos municipales salvo el PP -¡otra vez la burra al fango!- participaron, junto con los vecinos, en una concentración silenciosa en homenaje a las víctimas de esos bombardeos. Hace 77 años que aquellos aviadores sin entrañas, afines a la facción sublevada, cometieron los “crímenes de lesa humanidad”; pero es bueno seguir recordándolo, denunciándolo, visibilizándolo, para que la ley del más fuerte no barra con su escoba inmunda los crímenes de guerra. La verdad está en las cenizas de los hechos. Allá donde un hombre muere, las águilas se reúnen; en el cielo de Vizcaya se reunieron córvidos metálicos y sembraron la muerte y el terror. Franco, ese monstruo, dio la orden. 

 Lo terrible es que a día de hoy, la supervivencia del fascismo o del franquismo pueda seguir estando garantizada por politicastros sin escrúpulos. Algunos parecen ignorar que una ley de punto final no es ninguna ley, es un “the end” sin música, sin beso y sin títulos de crédito.

 Basta ya de tanta memoria retorcida. Fiat iustitia, ruat caelum (Hágase justicia y húndase el cielo).

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