Opinión

Héroes del engaño

Nos enfrentaron unos cobardes. El uno, líder del caos y del tumulto; el otro, de la pasividad y de la corrupción. Tenían que haber luchado entre ellos, cuerpo a cuerpo, a muerte, con el aguzado filo de las palabras y los razonamientos. Y no. Nos enfrentaron unos con otros sin comerlo ni beberlo. “Con la palabra hablada y esculpida domaron a los hombres lobo, devastaron a los salvajes, refrenaron a los bárbaros, suavizaron a los feroces, doblegaron a los violentos, a los vengadores, a los inhumanos”, escribió Giovani Papini.

Pero no. El uno se escondió en Bruselas, al amparo de los secesionistas flamencos. El otro bajo las togas de la Fiscalía, al amparo de la Constitución. Y si usaron las palabras fue de forma fraudulenta: en vez de unir, separaron; en vez de construir, destruyeron; en vez de transformar, hicieron tabla rasa de lo que se había erigido tras la Transición. 

La palabra y su significado es el gran poder de nuestro tiempo. No los ordenadores. No las redes falsarias, que manejan a la perfección los populistas (y Putin y Maduro y sus secuaces). Ni siquiera las armas nucleares. 

Pero la palabra tiene doble filo. De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso. Y del “procés” al “retrocés” media un abismo, a pesar de la similitud fonética. “No estábamos preparados para dar continuidad política al 1-O”, dice ahora Clara Ponsatí; el caso, Clara, es que claro, eso nos ha costado un potosí. “Es posible una solución diferente a la independencia”, apuntaba antes de ayer el Puig-demont; ¿por qué no lo dijiste antes “puto demonio”? Ya es demasiado tarde para que la dicha sea buena. Sí, es tarde, no se puede volver la pasta al tubo, tras lavarse los dientes y escupir en el desagüe. 

A palabras necias, micrófonos en “off”. Incluso para M. Rajoy -que en los papeles de Bárcenas no es más que un alienígena-, y que ahora se crece ante un complaciente Carlos Herrera en la no menos amable cadena Cope: “Era mentira lo de la economía, lo de que estaban preparados y lo de que iban a tener el apoyo de Europa”. Era mentira sí, como lo de que no iba a haber referéndum, o lo de que el PP y la transparencia son harina del mismo costal (entiéndase talego). 

No puede decirse, como dice la prensa lambe culos, que Carme Forcadell acude con “normalidad” a su jornada laboral en el “Parlament”; no puede decirse, con una Cataluña fragmentada, que chapotea en el lodo de la desconfianza, mientras se vislumbran en el horizonte nubarrones de crisis, paro y desempleo por las miles de empresas que se han ido, o que han visto mermadas sus ventas a causa del veto a los productos catalanes. Malos tiempos en Diciembre para Cataluña, ojalá que llueva pa amb tomàquet en el campo. 

No. De nada vale entonar ahora el mea culpa. Hay que purgar con la cárcel. Pagar la orgía del independentismo. Y el castigo ha de ser ejemplar. Y disuasorio.

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