Opinión

Prohibido fijar fanatismos

Prohibido fijar fanatismos. Prohibido contaminar las almas. Prohibido ensuciar las mentes. Responsable la religión anunciadora.

Es lo mínimo que puede exigírsele a quienes siembran nuestras ciudades de sinagogas, iglesias y minaretes. A quienes predican en los púlpitos. A quienes perdonan los pecados. A quienes rezan con brújula, hacia el Este. A quienes invocan a un dios que hace milagros. A quienes dicen esperarlo. A quienes apacientan sus corderos. A quienes acrecientan sus rebaños.

No es comprensible que para registrar los estatutos de una empresa mercantil o de un simple club de brisca haya que cumplir por fuerza unos –no tan mínimos- requisitos: notariales, de capital social, de responsabilidad jurídica de las personas físicas, etc.; y para garantizar la salvación eterna basten unas ‘sagradas’ escrituras que a ninguna autoridad mosquean. (Ni libro hay de reclamaciones tan siquiera.)

Nadie aboga por revisar y prohibir ciertos versículos con los que se podrían empalmar ciertos fanáticos, así contemplen ciertas perlas como esta: “No dejarás con vida nada que respire sino que los destruirás por completo: a los hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, tal como el Señor tu Dios te ha mandado” (Deuteronomio, 20:17). Así prometan, como premio, un eterno desflorar de vírgenes. Así llamen ‘impura’ a la mujer por tener la regla. Las religiones hay que estudiarlas en los libros de texto, sí, como historias (para no dormir). Quitarles la paja y aprovechar lo saludable. Y, a la más mínima, suspenderles la licencia para cazar desdichados.

No es justo que se pueda clausurar un partido de fútbol, o sancionar a una empresa, o meter en la cárcel a su gerente porque media docena de hinchas enfebrecidos arrojen al campo una bengala, o porque un empleado temerario se caiga de un andamio; y sin embargo, el que cientos de fans de Mahoma siembren el terror en todo Europa no amerite el cerrar las mezquitas donde les comían la cabeza. Y no me vengan con la excusa de que se matan sobre todo unos a otros: ¡islamismo al cuadrado es más de lo mismo! Ni es justo que, quienes se erigen en pastores de almas, violen a sus prosélitos como ocurre con asquerosa frecuencia entre los catecúmenos no circuncidados. Y no vale con pedir perdón. Las mises también desean la paz del mundo.

Andando el siglo XXI no se puede invocar a Alá justo antes de matar a un semejante, aunque estos hijos de puta están todavía en la edad media. Pero en la tierra de Silicon Valley se implora ‘God bless América’ antes de hacer despegar un AC 130 que, ¡oh, daños aposta- colaterales!, arrasa en Kunduz el hospital de médicos sin fronteras. ¿O no?: la misma mierda.

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