Opinión

Sexo ratio

Sexo ratio”. Lo he leído –o flipado- en algún sitio: cuando en una población de individuos un sexo supera en número al otro, los que están en desventaja para competir por una pareja recurren, sesudos (sin equis) genetistas lo aseguran, a modificar el color de sus ojos haciéndolos más brillantes y llamativos. Suena bien. Pero ¿y el color de la piel?, ¿y los albinos? En su Tanzania maldita solo los persiguen los hechiceros para componer pócimas y embrujos. Y el sol, tan ultra sur, ¿o era ultravioleta?, para calcinar sus dermis de terciopelo.
Es curioso comprobar qué poco nos cuestionamos lo que suena bien, está de moda o sale en las revistas. Lo dijo Blas, punto redondo. “El piropo supone una invasión a la intimidad de la mujer”, desbarró hace unas semanas la presidenta del Observatorio contra la violencia de género. ¿Cuál intimidad?, ¿la de la Pedroche enseñándonos las bragas a 3 grados Celsius en Nochevieja?, ¿o la de la señora Olvido Hormigos recorriendo platós televisivos para mostrarnos alma, corazón y chichi?. Y qué piropos, ¿acaso los que agradan a la mismísima madre de Dios, estrella de la mañana, torre de marfil, puerta del cielo, etcétera?, ¿o los que nos obsequian, en el acto lubrico por ejemplo, las mantis féminas? No desvelaré aquí ninguno, vive el susodicho, más que nada para no convertirme en un vulgar carretero.

No me iré empero por las sombras de Grey ni por los cerros de Venus. En realidad lo que me trajo hasta aquí es un reportaje que publicó La Región sobre una farmacéutica orensana que ha puesto su saber y su sonrisa al servicio de esos seres delicados y faltos de autoestima como patitos feos, que son los albinos. No es monja. Ni meapilas. Ni nadie le comió el tarro, creo. Y es joven. Y hermosa, ¡ay Sálvora, ay San Vicente! En fin: el sueño que todos llevamos dentro. Esta mujer, llamada Mafalda Soto, lleva cuatro años haciendo el bien en Tanzania. Hasta allí la llevó un proyecto coordinado desde la Universidad Ramón y Cajal. Su carácter y su profesionalidad hicieron el resto: el fotoprotector “Kilisum”, específico para los albinos, que ella mismo elaboró con fórmulas que se había llevado desde aquí y, al principio, literalmente con las uñas. ¡Olé sus ovarios!, estas sí son hembras y no todas esas géneras y directoras generalas del qué bien suena. O, lo que es peor, del negocio más rentable y antiguo del mundo, que la naturaleza le colocó entre las piernas. Ya hiede, ¿no?, tanta violencia de verbo, me refiero. ¡Uy, creo que metí la gamba!

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