Opinión

Nos toman el pelo

Primero, comenzaron a aparecer sesudos y doloridos comentarios sobre el exceso de prisión preventiva que estaban sufriendo los autores de la intentona golpista en Cataluña. Y estaban bien argumentados, salvo que una de las causas por las que el juez decide que el presunto siga en la cárcel es por el peligro de fuga, y hay que reconocer que los golpistas, en cuanto pueden, pasan los Pirineos y se largan, comenzando por el Prófugo, que les dijo a los colegas de fechoría "mañana, en los despachos" y, nada más decirlo, se montó en un automóvil, camino de Bruselas. Es absurdo pensar que Oriol Junqueras, porque esté más gordo, vaya a tener dificultades en trasladarse a Italia, donde la Liga Norte lo recibiría con honores.

Pero lo más inquietante, lo que parece un anuncio terrorífico de lo que nos aguarda es que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en sede parlamentaria, reflexione en voz alta sobre las dudas que alberga de que lo que llevaron a cabo los golpistas fuera una rebelión. Entonces ¿qué fue? ¿Una infracción de tráfico? ¿Conducción temeraria? ¿Escándalo público, como cuando mi amigo José Mari se intentaba pegar con los porteros de la discoteca por no dejarle entrar? 

Nos están tomando el pelo. Con esa fórmula de aceptar algo menor hoy, para aceptar algo mayor, mañana, y así sucesivamente, hemos llegado a una situación insólita en las sociedades democráticas, y es que algo tan execrable en cualquier sociedad éticamente sana, como es el chantaje y la coerción, en España triunfe, y sean considerados personas honorables tanto los chantajistas como los chantajeados.

La etiología parte de Mariano Rajoy, empeñado en cogerse el 155 con papel de fumar. Colaboró activamente Pedro Sánchez, que admitió el 155, como si le arrancaran  una muela, y ahora está a los pies de los chantajistas. Y me importaría poco si no fuera porque, entre todos, nos están tomando el pelo a la mayoría de los españoles.

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