Opinión

¡Ojo, que aquí aún puede pasar de todo!

2019 será el año de la renovación de la piel política en España y otros países europeos, pero también puede ser el período con más sorpresas políticas de la década. Nada está garantizado: ni el final del drama del “brexit”, a solo 84 días para la desconexión de la Unión; ni el futuro de Trump (que tanto nos afecta); y ni siquiera el Gobierno de Andalucía. Todo puede dar muchas vueltas inesperadas. 

Un alto ejecutivo de un banco británico reitera que solo aprecia desorientación e impotencia en el Gobierno de Londres. El plazo se agota, no saben por donde salir y solo ha faltado que el ex primer ministro Toni Blair proponga un segundo referéndum. Mientras, a Trump, cada noticia de las comisiones de investigación sobre la colaboración rusa en su elección lo hunde más, aunque los estados refugio de su voto parecen no inmutarse y celebran su intransigencia con el Muro con México, aún al precio de paralizar el Gobierno americano. 

En cuanto a lo de Andalucía, a saber cómo acaba. Existe la convicción de que el cambio está decidido ya y que el PP presidirá la Junta, pero Vox tensa la cuerda en cuestiones irritantes como discutir las medidas sobre la violencia de género. Y Ciudadanos no está dispuesto al bochorno de cambiar sus ideas y su programa. La ductilidad de Pablo Casado hacia los ultraderechistas permite a Albert Rivera desmarcarse de los populares. Aceptar las condiciones de Vox significaría entregar buena parte del centro al Partido Socialista. La izquierda fustiga a Rivera pero quizás tenga razón Teodoro León Gross cuando escribe que “el problema para la defensa de Ciudadanos está...¡en el discurso de Ciudadanos!”. Acusar a Pedro Sánchez de “gobernar con populistas, independentistas y amigos de ETA” es una falsedad porque gobierna solo; como lo es acusar a Ciudadanos de “gobernar con la ultraderecha”, si Vox apoya al final el pacto entre populares y naranjas. Quizás sería conveniente que Pedro Sánchez y Albert Rivera tomaran un café juntos. La sociedad civil agradecería que acabara esta escalada dialéctica más propia de los que se tiran al monte, cuesta arriba o cuesta abajo, que de partidos confiables para serenar el clima y gobernar en favor de la ciudadanía. 

En Andalucía se está llamando a que las mujeres se manifiesten en la calle por temor a las propuestas de Vox y contra las “rebajas” de los populares para salvar la situación. Si las calles se llenan, no descarten que dos mujeres, la socialista Susana Díaz y Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, firmen un pacto para evitar las derechas en la Junta, buscando abstenciones imprescindibles. El ex primer ministro francés Manuel Valls, candidato a la alcaldía de Barcelona, pide más: un acuerdo Ciudadanos-PSOE-PP para evitar a Vox. Y en los laboratorios políticos se investiga una fórmula magistral, nunca experimentada hasta ahora en España, por la que el PSOE facilitaría a Ciudadanos la presidencia de la Junta andaluza para parar a Vox. Claro que esta salida se ve lejana porque equivale a una operación de riñón a Susana Díaz sin anestesia. Aunque anestesias y calmantes siempre hay cuando se ocupa el poder. Si todo falla, queda la “mundial”: repetir las elecciones andaluzas, que no lo desea ni Vox. Y todo a decidir en semanas. Apasionante. 

¿Hay algo más para caldear un ambiente políticamente ya explosivo con debate de los Presupuestos Generales de por medio y con presupuestos catalanes bloqueados? Por supuesto: el juicio a los políticos presos acusados de desafiar al Estado desde la Generalitat. La autonomía judicial, la estrategia de las defensas, la presión organizada en la calle y la emocionalidad que todo lo altera, garantiza semanas muy tensas. Ahí el Gobierno poco puede hacer porque los jueces no admiten injerencias. En una conversación en la crisis de octubre de 2017 el expresident José Montilla le pedía a Mariano Rajoy que, por lo menos, el fiscal general ayudara con sus decisiones. “Ese es tuyo, ¿no?”. Rajoy respondió: “Estos son tuyos hasta que los nombras”. Va por ahí.

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