Opinión

Carta abierta a Pablo Iglesias

Hace unas semanas Pablo Iglesias se consideraba partidario de que España “regule la producción y el consumo de marihuana con fines recreativos” como acaba de hacer Canadá. Según el secretario general de Podemos le parece “absurdo" que se pueda "comprar tequila o ginebra en un supermercado" y que la marihuana "sea ilegal".

Según sus propias declaraciones "el mayor problema que genera el cannabis no es de salud pública, sino la delincuencia y la explotación asociadas al tráfico ilegal", al mismo tiempo expone que “es más digno exportar marihuana y obtener ingresos para mejorar la sanidad y los servicios públicos que exportar armamento".

Pues bien, los datos evidencian que no todo lo que presupone Pablo es cierto, más bien diría que sus premisas en gran parte no se basan en la evidencia científica de la que disponemos

En cuanto a la primera de sus afirmaciones “la hipocresía de comprar tabaco y alcohol” y no “cannabis”. Pablo, si bien es cierto que es una incongruencia, debo recordarte que en este país las drogas legales (o con fiscalización por parte del estado) son las que mayor número de consumidores presentan, incluidos menores de edad, a pesar de que la ley les prohíbe su consumo y venta, son también las que más muertes directas causan, el tabaco aproximadamente 50.000 personas/año y por consumo de alcohol unas 25.000 personas mueren cada año.

La ingesta abusiva de bebidas alcohólicas se relaciona además con la aparición de más de 60 tipos de enfermedades y lesiones como, por ejemplo, cáncer, patologías hepáticas, cardiovasculares, diabetes tipo II y trastornos mentales, entre otros.  A esto debemos añadirle los daños a terceros como accidentes de tráfico, violencia de género, etc. Por lo tanto, que una droga sea legal no implica que no cause daños a la población, más bien todo lo contario.


En cuanto a que el cannabis “no genera problemas de salud pública”, esta es quizá la mayor “fake news” lanzada por la industria del cannabis desde hace décadas, primero con sus supuestos beneficios terapéuticos y ahora negando la evidencia científica


El impacto que el consumo de cannabis tiene sobre la salud mental está claramente establecido: uno de cada 10 consumidores de cannabis desarrollará una dependencia al mismo (el 17% si se inicia en la adolescencia), el riesgo de psicosis se relaciona directamente con la cantidad, intensidad consumida y potencia del cannabis. El daño cognitivo es indudable y es dosis-dependiente siendo mayor si el consumo aparece en la adolescencia.

La salud física también se ve claramente afectada por el consumo regular del cannabis, donde la evidencia es más clara y se manifiesta es a nivel cardiovascular y cada vez los datos muestran mayor evidencia del daño causado a nivel pulmonar e incluso carcinógeno. Otros efectos demostrados a nivel físico son: el síndrome de hiperémesis cannábica y la afectación fetal del consumo de cannabis durante el embarazo.

En cuanto al impacto psicosocial, sobre todo en adolescentes y adultos jóvenes, tiene un soporte bibliográfico contundente, así la relación entre accidentes de tráfico y conducir bajo los efectos del cannabis es clara y concluyente, el riesgo se multiplica por tres si se conduce bajo sus efectos. El riesgo de fracaso escolar y disminución del rendimiento académico es claro, aunque la causalidad es difícil de establecer debido a que tanto fracaso escolar y consumo de cannabis comparten factores de riesgo preexistentes.

En cuanto a “es más digno exportar marihuana y obtener ingresos para mejorar la sanidad y los servicios públicos que exportar armamento", sin lugar a dudas; al igual que no queremos que la industria del armamento patrocine conferencias de paz o la industria del tabaco congresos sobre salud, no debemos permitir que la industria del cannabis extienda sus tentáculos patrocinando conciertos musicales a los que acuden nuestros hijos, presenten a través de webs y redes sociales mensajes sobre los beneficios terapéuticos obviando o negando las consecuencias negativas de su consumo, ofertas de semillas, canales de TV en los que se les enseña a autocultivar cannabis e incluso videojuegos gratuitos en los que se les enseña a ser “empresarios” (léase) traficantes de hachís.

Es aquí Pablo, donde se espera que la clase política legisle para evitar estos abusos de la industria del cannabis (mayoritariamente franquicias canadienses, holandesas, EE.UU. y también españolas) debido al vacío legal que existe en nuestro país. La industria, al igual que acaba de suceder en Canadá, es la que realmente está marcando la hoja de ruta y la gestión de las políticas liberalizadoras basándose en supuestos como el “consumo responsable”, “el consumo terapeútico” sin receta médica y por supuesto del consumo mal llamado “recreativo”.  

Un dato para tener en cuenta, en los estados de EE.UU. en los que se legalizó el uso, se han incrementado los consumidores, aumentado la exposición accidental de los menores de edad, la percepción de riesgo ha disminuido en la población y se han disparado los accidentes de tráfico, las visitas a urgencias y los ingresos en atención especializada.

Está claro que el dilema que tiene la población española sobre este tema es importante y se debe resolver cuanto antes, pero lo que no es admisible es que una sociedad avanzada y democrática como la nuestra desproteja a sus menores permitiendo que 323.900 empiecen a beber alcohol cada año, 184.600 comiencen a fumar tabaco y 170.000 comiencen a fumar cannabis (datos del ESTUDES-2016 entre los 14 y 18 años). Aquí solo hay un beneficiario y es la industria a la cual se le permite “campar a sus anchas” sin que desde el parlamento os dignéis a tratar este tema tan importante para el devenir de nuestra juventud y sociedad.

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