Opinión

Educar en tiempos difíciles

Según el psiquiatra Rafael Rojas Marcos hay una tragedia silenciosa que se está desarrollando hoy por hoy en los hogares españoles y que hace que los niños se encuentren en un estado emocional devastador. En los últimos 15 años, las estadísticas son cada vez más alarmantes, con un aumento constante de enfermedad mental infantil que alcanza proporciones epidémicas: 1 de cada 5 niños tiene problemas de salud mental; un aumento del 43% en el TDAH; un aumento del 37% en la depresión adolescente; y se ha notado un aumento del 200% en la tasa de suicidios en niños de 10 a 14 años. Y si a esto añadimos los datos de la última Encuesta Estatal sobre uso de Drogas en el que ponen de manifiesto que el 68,2% de los adolescentes entre 14 y 18 años consumió alcohol en el último mes, de los cuales un 22,2% declara haberse emborrachado, uno de cada cuatro jóvenes de entre 14 y 18 años ha probado el cannabis y que el 26,6% de los adolescentes realizan un uso problemático de internet. La verdad, muy bien parece que no lo estamos haciendo como progenitores. Hagamos un poco de crítica ¡por favor!. 

Para la mayoría de los expertos, los responsables de esta situación son, claramente, los padres. Nos encontramos con un grupo importante de progenitores que sobre-estimulan con objetos materiales a sus hijos creyendo que por dedicarles menos horas (o simplemente por no aguantar sus rabietas al escuchar un “no”) y comprándoles de todo contrarrestan sus sentimientos de culpabilidad, son progenitores que les cuesta mucho decir que “no”, establecer límites, normas y obligaciones. Asimismo, sienten que deben dar a sus hijos todo lo que ellos han echado de menos en su infancia, puesto que ahora cuentan con más recursos económicos. Este estilo educativo, dedicar poco tiempo a su atención y luego conceder y ceder a sus caprichos, son el abono para que manifieste el llamado “Síndrome del emperador”, niños que, pese a su soledad/deprivación afectiva, son el centro del universo y los adultos estamos aquí para satisfacerles todas sus exigencias y caprichos.

Por otro lado, surgen los padres/madres helicóptero o agenda (que sobrevuelan y controlan sin tregua las 24h del día las vidas de sus hijos), los sobreprotegen de tal forma que pretenden pulir el camino de su vida para evitarles las dificultades, frustraciones y contratiempos. Ejercen de guardaespaldas y se preocupan en exceso por cualquier crítica que reciban sus hijos, lo que los lleva a "Vivir en una burbuja”, en la cual no desarrollan recursos, estrategias y habilidades personales, no permitiendo que se inoculen frente al estrés de la vida. El problema es que un día la “burbuja estalla”. Los niños sobreprotegidos suelen presentar más miedos, conflictos emocionales, ansiedad y depresión. Por otro lado, la sobreprotección sufrida por el niño/a lo convierte en más susceptible de sufrir acoso escolar, debido a su falta de seguridad y a su vulnerabilidad ante el grupo de iguales. ¿Qué hacer?
Si queremos que nuestros hijos crezcan de forma equilibrada, debemos tomar el control su educación, ejercer nuestra responsabilidad como padres y, si es necesario, buscar ayuda. Es aconsejable, entre otras medidas, las siguientes: Establecer normas y límites: pocas, claras y sencillas, pero de obligado cumplimiento

Crear un “área de descanso tecnológica” en la que estarán los dispositivos electrónicos de toda la familia cuando se realicen actividades conjuntas: hora de la comida, juego y descanso.
Dedicar tiempo a actividades con la familia como pasear, jugar, hablar, cocinar.

Hacer que las gratificaciones no sean inmediatas. Las cosas se valoran más si cuesta conseguirlas.
Ayúdeles a que sean independientes y autónomos. Delegue responsabilidades en ellos. Ayúdeles y supervise (y si es necesario corrija) su toma de decisiones pero son ellos los protagonistas de su propia vida.

En definitiva, debemos recuperar la convicción de que pasando tiempo con nuestros hijos (en cantidad y calidad), cuando diferimos las recompensas, permitimos y logramos que nuestros hijos se frustren, perdemos el miedo a decir que “no” estamos yendo por el camino correcto. Puede que, en ocasiones, el resultado final no sea el esperado pero la senda con mayor probabilidad de éxito es esta. 

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