Opinión

Ahora, República Andaluza

En 1958 Jordi Pujol publicó un libro señalando que “el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido”, cuya presencia amplia en Cataluña introduciría “su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad”. “La immigració, problema i esperança de Catalunya” mostraba el racismo innato de los nacionalismos, aunque debe advertirse que hay unos pocos andaluces, catalanes, gallegos, vascos, castellanos o de cualquier otra autonomía que obedecen a esa descripción. Es por eso que encajan en la idea pujolista los independentistas andaluces, que los hay aunque cueste creerlo, tan pintorescos como unos hipotéticos independentistas sorianos o burgaleses.

Esos andaluces están encabezados por personajes famosos, como el alcalde perenne de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, y su colega del Sindicato Andaluz de Trabajadores, Diego Cañamero, integrados, cómo no, en Podemos. Personajes que llevan casi tras la muerte de Franco viviendo de las subvenciones estatales amparándose en las peonadas para los jornaleros de su organización, algo que no denuncian los partidos políticos para no enfrentarse a sus simpatizantes. Porque es romántico y hasta poético creer en utopías y crearlas aunque sean falsas, como la de esa Marinaleda de la que se presenta como autosuficientes a sus 2.700 habitantes, cuando es una pequeña Cuba sostenida por todos los españoles.

Esta izquierda radical-agraria parasitaria ha anunciado que declarará la independencia de Andalucía para crear una República el próximo 4 de diciembre, y lo primero que promete es absorber el sur de Portugal, parte del norte de África y poner el árabe como idioma cooficial.

El exhonorable tenía razón con personajes así, aunque los hay similares en el resto de España, incluida Cataluña: Carles Puigdemont y sus adláteres han absorbido la “pobrísima mentalidad andaluza” que decía el racista Pujol.

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