Opinión

Arte banal en Arco

Dicen que la Feria de Arte COntemporáneo (ARCO) de Madrid, abierta su edición 34 el 25 de febrero y clausurada este domingo, con galeristas de 42 países y miles de obras, es una de las más importantes de Europa.
Como siempre, estaba Picasso, el extraño Jean-Michel Basquiat, Calder y tantos otros grandes, pero la máxima atención la acaparó un pequeño madero de aglomerado atornillado a una pared, con un vaso mediado de agua.
De momento no se sabe si se vendió o no por 20.000 euros esta creación del cubano Wilfredo Prieto, famoso por trabajos como un montón de libros en blanco o pieles de plátano que van pudriéndose.
Se le llama arte conceptual y tiene bastante éxito desde que el francés Marcel Duchamp (1887-1968), creó “La Fuente” en 1917: un urinario masculino de pared comprado a unos albañiles, que ahora se considera la obra de arte más influyente del siglo XX, arte banal para el desagüe, por delante del Guernica de Picasso.
En España hubo algo parecido a lo del vaso de agua mezclado con el urinario.
Debió ser uno de los ensayos experimentales de Alfonso López Gradolí, autor de bellísimos poemas-collage, como el “Quizás Brigitte venga a tomar una copa esta noche” (1971), quien colocó sobre una peana en una exposición una bolsa vacía para los mareos en los aviones. Impresa, la leyenda habitual: “Para vomitar”.
Nadie dio valor a aquello hasta que el periodista y escritor Antonio D. Olano vomitó inopinadamente dentro de la bolsa y declaró a grandes gritos “Ahora sí que es arte”. Resultó un gran éxito.
Aunque no tanto como las heces de Piero Manzoni (1933– 1963) envasadas en noventa latas en 1961 como “Merda d’Artista”: cada una vale alrededor del millón de euros.

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