Opinión

El pulpo, a primera

En el antiguo periodismo había una orden inviolable, “¡La sangre, a primera página!”, lo que logró que siempre haya más sucesos que buenas noticias, como una extraordinaria recién conocida que debería abrir todos los informativos del mundo.

El pulpo, el exquisito alimento del mar de ocho patas que parecía estar agotándose, y cuya delicia le descubrieron los gallegos al planeta, podrá cultivarse en piscifactorías gracias a las investigaciones del Instituto Español de Oceanografía en Vigo y Tenerife, dos de sus cuatro plantas de cultivo. Los científicos marinos llevaban más de dos décadas buscando la supervivencia en cautividad de este molusco cefalópodo que se les moría siempre a edad muy joven, algo que por fin han superado. El mismo empeño investigador tenían los científicos de otros países consumidores de productos marinos, en especial los de Japón. Pero de momento no hay noticia de éxitos suyos comparables. En realidad, los japoneses ni siquiera cuecen bien el animal y lo dejan duro como un madero. Pero se extasían con la fórmula del cocinado adecuado, pimentón dulce o de picor al gusto, aceite de oliva virgen extra, sal marina, y plato y palillos de madera.

El pulpo iba camino de convertirse en una nueva exquisitez tan inaccesible como el caviar o las angulas. Hace poco costaba hasta los 20 euros el kilo fresco en algunos mercados, y en tiendas para gourmets estaba como el solomillo, a 40, por lo que un buen animal subía a 120 euros.

La patente para la explotación de este cultivo, que estará en el mercado antes de cuatro años, es de Nueva Pescanova, una empresa con experiencia extractiva y una hermana separada que investiga medicamentos extraídos del mar para luchar contra el cáncer.

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