Opinión

Embalses secos

Esta ausencia de lluvias que casi iguala el color de los bosques quemados del noroeste con el de los campos secos en la meseta recuerda a las “pertinaces sequías” de Franco y a las de 2005, 1993, 1983, 1981, o a las de Isabel II, siglo XIX, cuando Mendizábal decía que "España no será rica mientras los ríos desemboquen en el mar".

Vienen de muy atrás embalses y regadíos: de Franco, de Indalecio Prieto en la II República, del dictador Primo de Rivera, de la Restauración, y mucho antes el Canal de Castilla, el Imperial de Aragón, o los acueductos romanos como el de Segovia. Tras dos milenios llegamos al hoy, cuando los 350 embalses por toda España que conservan un 37 por ciento de su capacidad, aunque muchos están secos.

Además de su dictadura, claro que deben recordarse los pantanos de Franco, bajo el que se construyeron ocho de los diez mayores del país. Las excepciones son el de Ricobayo (Zamora), de 1935, y el de La Serena (Badajoz), de 1983.

Si tuviéramos que afrontar una de las cuatro sequías catastróficas del último milenio, o las decenas de menores, debemos pedir responsabilidades a quienes hicieron fracasar proyectos para tener más agua embalsada, como querían Felipe González y José María Aznar.

Con sus ministros Borrell y Arias Cañete recogieron el plan del socialista de “Don Índalo” Prieto de domar el río Ebro y regar el Levante español. Pero los independentistas catalanes –durante el tripartito, aliados con el PSC frente al proyecto de Aznar-, y los llamados ecologistas, impidieron las obras.

Hemos vuelto a cuando el agua era de propiedad privada, a antes de que el Estado la despatrimonializara y nacionalizara en el siglo XIX: algunas CC.AA. localistas han retornado al medioevo.

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