Opinión

ETA, el perdón no pedido

Esta fórmula con la que ETA dice pedir perdón por su medio siglo de terror y muerte, más que producir indulgencia entre las víctimas ha indignado a su mayoría al distinguir sus asesinatos entre los cometidos por error y los justificables.

El lenguaje viscoso empleado para exculparse de sus 858 muertos, miles de heridos y decenas de miles de damnificados está cargado de esos eufemismos que tanto se oyeron en las iglesias vascas y ahora en las catalanas para atenuar los males que produce el fanatismo nacionalista, tan cercano al religioso.

 Simultáneamente ETA trata de culpar a “las fuerzas del Estado y las fuerzas autonomistas que han actuado conjuntamente” con acciones “totalmente injustas” que utilizaban “el disfraz de la ley”.

El pecado original nacía de que “Las generaciones posteriores al bombardeo de Gernika heredamos aquella violencia y aquel lamento”.

El bombardeo de Guernica fue un terrible acto criminal de la aviación alemana al servicio de Franco, pero casos como ese y sus 120 muertos confirmados hubo muchos en la guerra civil, aunque sin cuadro de Picasso.

En Cabra, Córdoba, hubo otro bombardeo gemelo de las fuerzas republicanas en 1938 con igual número de muertos y heridos, y allí no se fabricaban armas; prácticamente todos los españoles tuvieron sus guernicas familiares en la guerra civil, cayeran bajo el bando que cayeran.

 Pero lo peor del comunicado etarra es expresar sentimientos de pena por las víctimas inocentes, como si no lo fueran todas, y pedirles perdón cuando concederlo es adoptar una decisión de origen religioso ajena a la justicia que debe aplicársele al terrorismo.

Pocas víctimas “inocentes” aceptarán esa demanda de perdón, y sin embargo exigirán que se conozca la autoría de unos 324 asesinatos etarras que están aún sin resolver.

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