Opinión

Freud en apoyo de Cifuentes

El caso de Cristina Cifuentes recuerda a “Marnie”, una película de 1964 con la que Alfred Hitchcock creó tal interés por la psicología que jóvenes de todo el mundo la estudian, atraídos por la gélida belleza de la actriz Tippi Hedren, que se volvía cálida cuando robaba. “Marnie la ladrona”, en España, aprovechaba su belleza para expoliar todo lugar donde trabajaba hasta que uno de sus jefes, Mark Rutland, en carne mortal Sean Connery, se enamoraba de ella y la amenazaba con denunciarla si no se casaba con él. Como es una película antigua podemos revelar su final: a Marnie le aplican las teorías de Freud sobre su complicada infancia, deja de ser cleptómana y frígida, y emprende la vida de las buenas esposas de entonces.

Sigmund Freud sirve para explicar conductas inexplicables, y Cristina Cifuentes, la ya expresidenta de la Comunidad madrileña, puede utilizarlo para justificar el robo en una tienda de dos cremas antiedad “Olay” por valor de 44 euros, en el lejano 2011. Tras las imágenes que recogieron esa cleptomanía no estaba Hitchcock, sino unas cámaras robóticas que la denunciaron en el local y en la salita donde la seguridad lleva a los sospechosos de robo.

Las grabaciones le llegaron al digital del agresivo periodista Eduardo Inda y fueron el golpe definitivo para provocar esa dimisión que no consiguió su archirrival Ignacio Escolar con las exclusivas sobre su falso Master.

Que Cifuentes acuda a Freud para justificar el hurto e incluso su falso Master. Una infancia complicada, unos problemas profundos que resolverá un psicólogo, y después de algún tiempo podrá volver a la política proclamando su curación, como Marnie.

Mayores rapiñas cometió en una universidad el podemita Íñigo Errejón, que se propone llegar también a la presidencia madrileña.

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