Opinión

Gobernados por cobardes

En la política española actual falta quien repita la experiencia de Felipe González y Miguel Boyer de los tres primeros años, 1982-1985, quienes reformaron con valentía las anquilosadas estructuras económicas que heredaba el país desde el siglo XIX, una de cuyas enseñas era el proteccionismo a las industrias catalanas y vascas.

Acaba de morir Miguel Boyer y no todos los obituarios recuerdan que en tres años inició, en contra de los consejos de los Arriola de entonces, la liberalización de aquella economía dominada por unas estructuras tan anticuadas, proteccionistas y autárticas que habrían hundido el país al abrirse al exterior.

Esa voluntad modernizadora se debe a Boyer por abrir las mentes a la necesidad de la liberalización del comercio, la industria, los servicios o la banca, y a la creación de una fiscalidad moderna.

Y España no modernizó más, pese al ingreso a la actual UE en 1986, porque Felipe González se acobardó, en especial ante la respuesta airada de unos sindicatos que exigían derechos franquistas, como el del no despido, pero con libertades democráticas.

A Boyer se le recuerda por la nacionalización de Rumasa, o por su boda, tras dejar la política, con Isabel Preysler.

Pero debería insistirse en esa valentía, esa ruptura del anquilosamiento económico reduciendo, ¡Vade reto Satana!, los aranceles a la importación, en contra de las exigencias de los industriales catalanes y vascos.

Ahora los líderes nacionalistas de esas regiones quieren nuevamente más dinero, o reclaman una independencia que saben que los llevaría al hambre.

Pero ahora no hay nadie valiente, y menos Mariano Rajoy o Pedro Sánchez, que proclame la necesidad de reformar la Constitución, sí; pero para eliminar privilegios como los vascos y navarros, y que ahora exigen también los nacionalistas catalanes.

Callarlo es cobardía.

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