Opinión

Llámame Nacho, amigo Nacho

Una de las características de los presuntos corruptos es que son accesibles, amables y halagadoramente campechanos, “No me llames don Ignacio, llámame Nacho, amigo Nacho”, decía Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid entre 2012 y 2015, hoy en prisión provisional por el caso Lezo, uno más de los que carcomen al PP.

Algunos casos de corrupción como este no destruyeron la economía. Sus protagonistas estimulaban la creación de riqueza en lugar de hacerla huir, lo que aprovechaban para enriquecerse entre tanta abundancia.

Bajo el liberalismo económico de Esperanza Aguirre, entre 2003 y 2012 Madrid fue la Comunidad más próspera de España, incluso en los años de la crisis iniciada en 2007-2008 y no concluida aun.

En el período 2003-2015, los tres últimos años con “el amigo Nacho” de presidente, Madrid concentró el 60,3 por ciento de la inversión extranjera en España, 121.644 millones de euros, el doble de la que quien recibía antes esa mayoría, Cataluña. El liberalismo aguirrista seguía con Ignacio González como administrador de ese flujo de millones. Mariano Rajoy debía sospechar –quizás saber-- algo y le impidió presentarse a la reelección. Lo hizo Cristina Cifuentes, que jura que no habrá más “amigos Nacho”.

La Comunidad tiene ya 9.000 empresas de alta tecnología, nueve nuevos hospitales, excelente sanidad, muchos kilómetros de metro, colegios públicos bilingües; en las evaluaciones estudiantiles PISA Madrid supera a países punteros, como Reino Unido y Alemania. La inexistencia hasta hace muy poco de controles sobre las administraciones públicas, ese tratamiento amistoso entre quienes buscan otros corruptos, activos o pasivos, permitía sobrevolar a la bandadas de buitres humanos a la que supuestamente pertenecía el “amigo Nacho”.

Las leyes están poniendo en peligro de extinción a estos carroñeros; pero que sus sustitutos no destruyan la prosperidad.
 

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