Opinión

Montero frente a Botella

¡Machista, machista!, acusan numerosos medios a Rafael Hernando, portavoz parlamentario del PP, por haber señalado indirectamente al finalizar la moción de censura de Pablo Manuel Iglesias a Mariano Rajoy la relación sexual del líder de Podemos con la portavoz de su partido, Irene Montero. La frase mostraba doble intención, pero no era machista sino anti: “Dicen que estuvo mejor la señora Montero que usted, aunque yo no voy a decir eso, porque no sé qué voy a provocar en esa relación”.

La intervención de dos horas Montero, aunque tediosa, había sido una hora más corta y menos pesada que la de Iglesias Turrión. Hernando introducía indirectamente también una denuncia del nepotismo porque fue aupada por su novio a la portavocía tras hacerle la guerra para echar del cargo al otro cofundador podemita, Íñigo Errejón. Los pucheros de rabia de la psicóloga Montero al oír a Hernando podrían haber sido las de Ana Botella, esposa de José María Aznar, de haber tomado mal los insultos públicos de Iglesias contra ella. “Sólo es esposa de su marido y de sus amigos, nombrada por él, sin formación, inútil, adorno y tonta”, proclama constantemente.

Él, puesto a dedo como auxiliar de ayudantías universitarias, debería saber que Botella pertenece por oposición desde los 24 años al elitista Cuerpo Superior de Técnicos del Estado, la versión española de la enarquía de los presidentes franceses. En 1990, con Aznar casi desconocido, era una analista sumamente acreditada en el programa informativo “Entre hoy y Mañana” del primer Telecinco, y desde 2003 fue concejal y vicealcaldesa de Madrid, y alcaldesa entre 2011 y mediados de 2015. Y su vocabulario inglés con marcado acento castellano es superior al de Iglesias, un figurón menos formado cultural-intelectualmente que Montero y Botella.

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