Opinión

Pequeño Nicolás, pequeño Pablo

El pequeño Nicolás y el pequeño Pablo tienen más paralelismos que pertenecer a Narcisistas sin fronteras o llevar el apellido Iglesias, el primero Gómez Iglesias, y el segundo Iglesias Turrión; lo importante es que ambos son genios de la autopromoción.

Pablo es mayor que Nicolás, ese chico que aparece en las fotos de los líderes del PP y que llegó a las recepciones del Palacio Real, pero el fundador de Podemos es también un jovencito frente a los históricos líderes de los grandes partidos.

El pequeño Nicolás, de familia humilde, a sus veinte años se hacía pasar por un rico amigo de José María Aznar y de todos los suyos, y resultó un pícaro capaz de sacarle dinero a numerosos millonarios convenciéndolos de su capacidad para proporcionarles negocios e influencia, esto es, poder.

Aunque aún se desconoce si de verdad era un protegido de “alguien” del que no se tienen datos, en todo caso es un genio del teatro, y quizás su futuro esté en el escenario.

Lo que prometía era verdad para quienes conquistaba; convencidos de que España está dominada por la corrupción, le pagaban para conseguir entrar en el basurero.

Y esperando estafar, “como hace todo el mundo”, cayeron en el timo de la estampita del pequeño Nicolás: ¡Esta es mi España!

Igual ocurre con el pequeño Pablo Iglesias Turrión (PIT). Con sentido común, recuerdo del lenguaje universitario del 68, y experiencia en países del socialismo real, se sabe que su “asalto al cielo” es otra estampita, aunque más peligrosa por totalitaria.

PIT está vendiéndole leninismo-estalinismo a gran número de españoles ingenuos, clientes de charlatanes de feria modelo Chávez que, una vez timados, o lo envían a su prometida y alabada guillotina, o deberán colgarse de un árbol.

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