Opinión

Peregrinaciones por Franco

Remover la tumba de Francisco Franco para trasladar sus restos desde el Valle de los Caídos a otro lugar, que será el cementerio de El Pardo, como acaba de aprobar el Parlamento, va a traerle consecuencias desagradables a la democracia española.

Como nadie se atreverá de aventar sus restos irá desde su tumba ante el altar mayor de la iglesia de la “Abadía de la Santa Cruz” al panteón familiar del cementerio de El Pardo, al lado de Madrid, junto al palacio que ocupó él en vida, y muy cerca del palacio de La Zarzuela, donde residen los reyes.
Ante el altar mayor de la iglesia-cueva del Valle está también la tumba de José Antonio Primo de Rivera, fusilado por la República por fundar la Falange, no por crimen alguno.

Presumiblemente colocarán a José Antonio entre las alrededor de 30.000 víctimas de ambos bandos de la guerra civil depositados en columbarios ruinosos a los laterales de la iglesia.
Quienes se oponían a estos traslados y pedían respeto para sus restos alegando que ningún cadáver debe profanarse olvidaban que en los osarios de todos los cementerios se introducen restos de personas cuyos descendientes perdieron los derechos sobre las tumbas iniciales.

El problema no es ese. El gran problema es que el cementerio de El Pardo puede convertirse en el centro de peregrinación franquista que el Valle nunca llegó a ser porque, siendo propiedad del Estado, los gobiernos democráticos lo han hecho poco accesible.

El cementerio de El Pardo es público y abierto. Loa admiradores de Franco no son los franquistas también muertos, sino jóvenes indignados con la democracia, de similar extracción sociocultural que los Podemos, la Falange del siglo XXI, y tan desorientados como ellos; ellos acudirán en crecientes peregrinaciones a pedirle inspiración.

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