Opinión

Qué veranos, presidente

Esta China que une economía de mercado a la dictadura sorprende con sus avances técnicos y científicos logrados porque sus implacables dirigentes no se dejan afectar por el ecologismo y el ambientalismo que retrasan múltiples avances en las democracias.

Es en China donde acaba de cosecharse la primera plantación importante de arroz transgénico en el mundo cultivada en agua salada.

Según los cálculos de los científicos, esta variedad del cereal podría alimentar, solamente en 65.000 kilómetros cuadrados de la provincia de Shandong, al este del país, a ochenta millones de personas.

Son áreas que se consideraban poco útiles por su alta salinidad, y donde además podrán cultivarse peces al igual que se hace en muchos arrozales de agua dulce.

La producción no alcanza todavía el volumen de los arrozales habituales, pero los científicos creen que irá aumentando con la aplicación de nuevos avances científicos.

Entre tanto, en Occidente siguen las campañas ecologistas, animalistas y demás ismos e istas que frenan con sus prejuicios irracionales el avance de la ciencia al conseguir con frecuencia prohibir el cultivo de nuevas especies vegetales, sabiendo que un arroz amarillo transgénico elimina una ceguera infantil habitual en Asia.

Si vivieran en tiempos mucho más remotos se opondrán a los injertos vegetales o al cruce de animales para aumentar la producción de alimentos.

Ni siquiera quieren saber algo tan básico como que hasta los seres humanos somos transgénicos porque todo lo que vive tiene que adaptarse genéticamente a los constantes cambios del planeta para perpetuarse como especie.

Con la medicina, que pronto triplicará la edad de la gente sobre la del siglo XIX, o la Revolución Verde del agrónomo estadounidense Norman Borlaug en 1940, la humanidad ha dado un salto asombroso que mejora ahora con la ingeniería genética.

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