Opinión

Reforma constitucional socialista

Esta Constitución española de 1978, a la que muchos quieren destruir sin explicar qué se ganaría con otra, seguiría manteniéndose con mínimas reformas como una de las más avanzadas de todas las democracias.

Pero el líder socialista Pedro Sánchez, quiere romper su espíritu para apaciguar a los independentistas catalanes dándole todas las atribuciones en lengua y cultura, que quedarán así “blindadas” como si fueran los tanques con los que Alemania se apropió de los Sudetes en 1938.

Lo que quiere Sánchez, a quien comienzan llamarle ZPedro algunos socialistas, es que, frente a la idea de “españolizar a los niños catalanes” del ministro José Ignacio Wert, se les catalanice tanto que la Generalidad les imponga mayor aislamiento impidiéndoles, a ellos y a toda la sociedad, crear o recibir cultura española.

En su mansedumbre ZPedro quiere entregarle los Sudetes a los nacionalistas, mientras estos se ríen de él como el cabo Adolf de Neville Chamberlain.

En la explotación de la frase de Wert, y como obedeciendo a una consigna, se calla que había añadido “y catalanizar a los niños españoles”.

Ojalá todos se catalanizaran, “asturianizaran”, “andaluzaran”, “galleguizaran”, etcétera, porque ahora se aldeanizan al estudiar sólo su vecindario regional, haciéndoles creer que sus pueblos son el centro del universo.

En realidad, la mayoría de las propuestas del PSOE para reformar la Constitución fueron elaboradas antes por Rubalcaba: sus catorce puntos, expuestos en 23 páginas, pueden extraerse de la web del partido, y son generalidades casi todas fácilmente aceptables para los demás partidos.

Propone la monarquía y su herencia sin distinción de sexo, no afronta la injusticia de las ventajas fiscales vasca y navarra, y añade derechos civiles imposibles, como sanidad, vivienda y subsidios para quien pise territorio español, con toda África diciendo Podemos conseguirlo.

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