Opinión

Son nazis, señores corresponsales

Raphael Minder, corresponsal en España del New York Times, acaba de presentar en Madrid su libro recién editado en Londres “The Struggle for Catalonia”, La lucha por Cataluña, en el que tras centenares de entrevistas con catalanes y otros españoles concluye que el secesionismo obedece a una comprensible emoción patriótica.

“Sí, sentimentalismo y ausencia de racionalidad, una impulsiva fiebre patriótico-religiosa”, le advirtió en el coloquio un asistente, catedrático de Historia Moderna.

Minder es un tipo altísimo y afable que cree lo que le dice cualquiera: carece de la perspicacia/pillería necesaria para descubrir rencores e intereses ocultos tras las sonrisas y las buenas palabras del “Mi Struggle-Lucha” separatista.

Como él hay corresponsales atraídos por esas corrientes populistas del nacionalismo: ignoran que la Falange en los primeros años del franquismo era exactamente así.

No ven la maldad del sentimentalismo nacionalista que manipula masas y provoca ruptura de sociedades, antes apacibles, que quizás terminarán violentamente.

Las crónicas de Minder y su libro biempensante y neutro no descubren el verdadero trasfondo de esos movimientos “populares” que desde hace años manipulan los nacionalistas.

Tampoco ven que gestualmente se acercan más a los bolcheviques de Lenin y a los festivos movimientos fascistas que a los de verdaderos demócratas.

Le atraen las coloristas banderas, y ni siquiera interpreta como llamamiento a la violencia ver a niños pastoreados por profesores de sus madrasas-escuela, desfilando mientras cantan “Els segadors”, sanguinario himno que llama a decapitar al diferente: como los islamistas a quienes desobedecen a Alá.

Un cántico más belicoso que el de las juventudes nazis en “Cabaret”, el dulce “El mañana será nuestro”, lema que repiten los independentistas.

Mientras sonaba, sus mayores marcaban a judíos y disidentes, como empiezan a hacer ahora los separatistas con quienes no lo son.

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