Opinión

Titulitis

Como secuela del escándalo del Master presuntamente concedido a la presidenta madrileña Cristina Cifuentes sin que acudiera a la universidad ni presentara trabajos relacionados con ese título, comienzan a investigarse posibles fraudes similares en distintas universidades españolas, primero, la Rey Juan Carlos (URJC), que tiene autonomía, pero que depende económicamente de la Comunidad y de ingresos como cobrar esos master.

Cifuentes no necesitaba el suyo en “Derecho Autonómico y Local” porque como licenciada en Derecho, funcionaria por oposición y con experiencia en elevados cargos en la Administración madrileña, la acreditación solo valía para la pared de su despacho. Pero la titulitis puede haber matado su carrera política, que la llevaba a aspirar, dada su buena imagen y eficaz trabajo, a heredar a Mariano Rajoy.

La titulitis afecta a quienes necesitan exhibir hazañas académicas para mostrar más importancia, unos porque saben que no tienen grandes cualidades profesionales, laborales o creativas, otros porque se minusvaloran. De esa necesidad de aparentar se aprovechó presuntamente el director del Instituto de Derecho Público, de la URJC, Enrique Álvarez Conde, responsable del máster de Cifuentes y de otros similares que suponen ingreso abonados por los candidatos al título.

El rector, Javier Ramos, suspendió de sus funciones cautelarmente al catedrático Álvarez Conde, que entre los másteres que había montado figuraba alguno tan alejado del Derecho Público como el titulado “Terapia sexual y de pareja”, en colaboración con una fundación sexológica privada, dentro del abanico de “Sexología y Género”. Este afán de másteres no es exclusivo de los españoles: nació en las universidades estadounidenses, ideologizadas con múltiples militancias étnicas, de género, o de feminismos divididos en sectas.

Combinando las materias de unas con otras, salen títulos verdaderos como el de “Master en mujeres negras, lesbianas, madres solteras con novia caucásica”. 

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