Opinión

Al borde del caos

La sesión de control al Gobierno que se escenificó el martes en las Cortes transmite la alarmante sensación de que la vida política se ha degradado hasta unos límites intolerables, y el escenario que el país tiene ante sí es no solo impracticable sino muy peligroso. Existe una fracción del Congreso que ha puesto en práctica una dinámica de perversión cuyo límite debe establecerse urgentemente si no queremos acabar sumidos en una situación caótica que acabará por engullirnos a todos.
Sin embargo, y en este ámbito ya irrespirable que fomenta impunemente espectáculos tan incalificables como el que se dio en la sesión de referencia, existen responsables, y así se determinó cuando una presidenta de las Cortes demudada y con la emoción y el rubor asomándole al rostro, advirtió por tercera vez al diputado Rufián y acabó expulsándolo de la sala tras insultar, vejar y atentar contra el honor del ministro de Exteriores. Allí se pronunciaron palabras impronunciables como “fascista”, y se mostraron comportamientos intolerables cuyo alcance la sociedad española y sus mecanismos democráticos deberán calibrar. Y determinar de paso si merece la pena que en aras de la libertad de expresión que todos amamos y defendemos, pueden permitirse. Hay situaciones y hábitos que ni siquiera en un marco de plenas libertades como es el nuestro, pueden ser aceptadas porque comportamientos como los de Rufián y Tardá en el Hemiciclo no solo atentan contra el orden constitucional y el régimen parlamentario sino que nos afectan a todos nosotros.

Estamos en mi opinión, al borde del precipicio, y el uso y abuso que la clase política ha hecho de sus facultades y prerrogativas ha sumido el país en una crisis sin precedentes que necesita ser reconducida y reajustada. Necesitamos instituciones fuertes a las que se profese el respeto y la dedicación que necesitan para rendir el servicio que el país quiere. Y ese respeto debe partir de sus propias entrañas. Necesitamos políticos generosos y honestos que prefieran el servicio a los demás antes que los intereses propios. Necesitamos serenidad y unión en la defensa de principios éticos irrenunciables. Necesitamos unión, diálogo, servicio… y con toda seguridad, elecciones cuanto antes.

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